Alejandra Múgica tenía muchas expectativas puestas en el viaje que iba a emprender el veintidós de julio. Desde marzo que no veía a Juanjo, su marido, instalado en su tierra natal con el propósito de iniciar su última etapa laboral cerca de sus orígenes.
Ale cerró la maleta, repasó los últimos encargos para su hijo, recorrió una a una las habitaciones de su casa en Santiago de Chile y subió al taxi que la conduciría al aeropuerto Arturo Merino Benítez. Por delante quedaban muchas horas de vuelo.
No era la primera vez que viajaba a España. Durante veinte años, tanto como duraba la relación con Juanjo había podido conocer las diferentes regiones. Dicen que los chilenos son uraños, tristes. Pero no deja de ser un estereotipo más. Los españoles son alegres, si estás en la costa y secos, si te paseas por el interior. De todo hay en la viña del Señor.
Venecia, Módena y Toledo eran los itinerarios que Juanjo Alarcón había consensuado con Ale para este mes de vacaciones. Y conocer a las amigas del colegio de su marido.
En Chile ahora es invierno y el calor húmedo de Valencia golpea y se te clava en los huesos. Pero cambiar de paisaje y de gentes, aunque no de idioma produce una sensación de ruptura de lo cotidiano.
La cita fue en el puerto de Silla a las siete y cuarto, con el sol todavía muy alto. La cena, organizada por el restaurante La Matandeta, junto con el escritor Paco Baixauli, en una barca tipica del lago de la Albufera. El lago del lago si traducimos del árabe.
Había gente de diversas nacionalidades. Una familia italiana y un inglés. Para el resto, autóctonos era también la primera vez de esta experiencia.
La barca fue fondeada cerca de la mata de Sant Roc. No había vaivén ni olas, apenas un viento que ayudaba a alejar a los mosquitos. La luna, casi llena, reinaba en todo su esplendor.
Y el menú tuvo reminiscencias a matas y cañas: Chips de allipebre. Llisa bien lisa. Cangrejo azul y tenca ahumados y al vapor. Empanadilla de titaina. Costilla a la miel de romero y azahar. Mollet de blanc i negre con ajos tiernos. Pastelón de la abuela. Todo regado con los vinos de Noemí Wines y Bruno Murciano.
Ale ha regresado al frío de su ciudad, Santiago de Chile, a su rutina y a su trabajo. Pero el regusto que aquella noche y su cena inesperada han quedado fijadas en su memoria y le servirán de combustible para resistir hasta el regreso de Juanjo, la próxima Navidad.
Salve y ustedes lo pasen bien.
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