viernes, 30 de agosto de 2024

LA AMIGA DE TODOS LOS VERANOS

 

 

                                                Los recuerdos son creados por el olvido como los contornos de la                                                                 costa son creados por el mar.                   

                                                                              Marc Augé

 

 

                                    Porque la vida se ríe de las previsiones y pone palabras donde imaginábamos                                              silencios y súbitos regresos cuando pensábamos que no volveríamos a                                      encontrarnos.                                                                                                                                                                                                       El viaje del elefante                                                                                                                                          José Saramago                                                                                                                                                                                                                                                 Vivíamos en la casa de nuestros abuelos paternos a los que no conocimos. La casa era muy grande y nuestro mundo muy pequeño. En el dormitorio con el mobiliario como dote para  los  recién casados, cabíamos todos. Mis padres en la cama grande con mi hermana al medio. Y yo en una cuna de tamaño gigante. El resto de la casa, con sus habitaciones, sus trasteros, hasta había un cuarto de las ratas con el cuadro  de una dolorosa cuyo corazón atravesaba un puñal mientras sostenía a su hijo crucificado. La verdad es que daba mucho miedo. Y si  me portaba mal, me amenazaban con enviarme a dormir allí. Lejos del abrigo y del refugio que suponía dormir en la  misma habitación  que mis padres. 

Era la segunda mitad de  los años sesenta. Y ahora, sentada frente  a mi ordenador, con wifi y plataformas digitales de televisión, me da la  sensación de que  estoy escribiendo sobre otra era. Y en verdad lo fue. No teníamos televisión ni agua caliente. Todos los sábados por la tarde, mi madre calentaba agua y llenaba un barreño. Nos lavaba por partes Había que frotar y frotar. Sobre todo detrás de las orejas y en las rodillas.

Esta noche no puedo  dormir  y he decidido recordar y esperar la lluvia de meteoros. He leído que este año los Auríguidos están activos desde el 28 de agosto hasta el 5 de septiembre. Pero alcanzarán su máximo el 31 de agosto. Se espera que los Auríguidos produzcan alrededor de diez meteoros por hora en el pico de actividad. Así que he decidido que no voy a dormir y observaré el cielo mientras escribo y recuerdo a una niña que vivía en otra galaxia, cuando la televisión era en blanco y negro y emitía según el horario de los colegios.


 Y de pronto, un verano todo cambió. En El Perellonet, mi padre y mis tíos construyeron una pequeña finca de apartamentos, frente a la playa. El mar. Cuánta agua, qué grande, qué profundo. Te podías meter  toda  entera y tenías que  aprender a bucear.

Mis padres compraron uno de los apartamentos. Vistabella se llamaba  la finca gracias a la idea de un francés propietario de uno de  ellos.

Teníamos agua caliente, un pulibán, un videt, todo era moderno. Y una cocina con mucha luz. Desde el salón se  veía el mar. Y llegaron mayores y niños.

Y allí conocí a Diana que hablaba valenciano como yo, pero  con otro acento y nuevas palabras. Así supe que mante, en Vallada significa criatura. Diana era muy extrovertida, dicharachera, no tenía miedo a nada  no era tímida y hacía amigos con facilidad. Justo lo contrario que yo. Cuando llegábamos, cada verano, yo pensaba que ya no se acordaría de mí, que ya no querría ser mi amiga, que me abandonaría porque yo era aburrida  y nunca sabía  qué  decir. Yo quería ser como ella que tenía un nombre que  se salía de lo común en aquella época en las que  todas  éramos María, que hablaba con desconocidos y siempre tenía cosas que decir. Los primeros días, cuando la oía, me  escondía en el patio porque no me  atrevía a saludarla. Y cuando por fin me decidía a salir, ella estaba como siempre, dispuesta a hablar  y a  reír.

Una noche vimos en su casa, en una televisión muy pequeñita, una película que  me  impactó Ciudadano Kane. Ni me imaginaba la de  veces que  la volvería a ver.

Nada se detiene. Todo cambia. Lo único que permanece es el cambio. Llegamos a la  pubertad y la abuela de Diana vendió el apartamento. Diana y sus hermanos desaparecieron de mi vida. Para entonces ya eran cuatro. Se marcharon a vivir a  Filadelfia donde su padre montó una fábrica de muebles de ratán, sucursal  de  la que  tenían en Vallada.

Cuando ambas  andábamos por la  segunda mitad de la veintena, una noche me  la encontré en la plaza de El  Negrito. Terminados sus estudios de Psicología y un máster en la Universidad de  Nueva York había vuelto y se instaló en Valencia. Nos dijimos que nos llamaríamos, pero  no lo hicimos. Estábamos muy ocupadas con nuestra vidas.

Muchos años después, durante el año que viví  en Fontanars dels Alforins, una tarde  que  `paseaba por  Ontinyent, en el escaparate de una librería ví un libro Mírame y lo firmaba Diana Cerdá. Me faltó tiempo para entrar a comprarlo.

Y así volvió a aparecer  Diana en mi vida. Espero que esta vez, no nos perdamos de vista. Sí, tiene razón Saramago. La vida se ríe de  las previsiones y yo no he visto ningún meteoro, pero  he jugado  con mi memoria.

Salve y feliz rentrée.




  




                                                                     

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