viernes, 21 de noviembre de 2014

EL PH DE MAITE COMINS

Tengo la teoría de que en las distintas etapas de la vida que nos toque atravesar, hay que dejar, al menos, un amigo.   Maite Comins es amiga mía desde  los tiempos que trabajé en la Generalitat. Nos conocimos a finales de los ochenta en el gabinete de prensa de Presidencia y nos volvimos a encontrar a principios de los noventa en el de Medio Ambiente. Recuerdo a Maite, por aquel entonces como una chica rubita y tímida que una tarde me pidió que la acompañara a El Corte Inglés para que en la sección de cortinajes, me las viera con el encargado a fin de que le cambiaran el tejido con el que pensaba decorar las paredes  de su dormitorio. ¿Y por qué no se lo dices tú? Porque tú tienes mayor capacidad de convicción, me contestó.
En aquel gabinete, formado íntegramente por mujeres, se dedicaba bastante tiempo al análisis de noticias y nos sucedió como a Le Clézio  en La ronda de noche y otros relatos, que alguna de ellas también nos dio pie a más de una historia que tuvo que ver con niñas chinas arrastradas por el viento. Pero Maite me ha pedido que lo deje para otra ocasión, así que seré muy críptica.
Lo bien  cierto es que formamos un buen equipo de trabajo, pero llegó un momento en que mis circunstancias personales se impusieron, así que pedí una excedencia en la función pública, colgué el traje chaqueta, me bajé de los tacones y me puse el delantal. Y pasé de convocar ruedas de prensa , de asistir a certámenes y congresos y a interesantes conversaciones sobre lo divino y lo humano con lo más granado de la beautiful de Valencia, a vérmelas con calamares y cebollas y a enfrascarme en la influencia de las fases de la luna sobre las cosechas con Simón, el gitano que me traía los caracoles.  Sin embargo, mi amistad con Maite Comins ha seguido a través de los años. No hace falta que nos veamos muy a menudo para saber quiénes son los nuestros, los que nos aprecian y siguen a nuestro lado. Maite ha celebrado sus fiestas familiares en La Matandeta, ya fueran las comuniones de sus hijos, una comida con amigos o los encuentros con sus familiares.
Pues sucedió, hace ya ocho primaveras, que Maite me convocó cerca del mercado del Cabañal, un jueves del mes de junio para contarme que fraguaba la idea de celebrar el cincuenta cumpleaños de su marido, Cristóbal Paus, con un fiesta sorpresa en La Matandeta. Me dió la fecha: a principios de agosto, un sábado para mí y un jueves para ella. Acto seguido y durante el tiempo que transcurrió hasta la fiesta, no hicimos más que discutir, como dos buenas  amigas que somos, sobre el precio, el menú y las circunstancias del ágape. Maite regateaba y yo fajaba sus embestidas: Que si para una cena no tengo presupuesto. Pues si no tenéis vosotros, la clase media, ya me dirás que tendrán los parias de la tierra. Que si no son tiempos para derroches, que no te quejes, que te conozco,. Que a ver si me haces un descuento, que somos cada vez más l en la fiesta sorpresa. Que para descuentos estamos con precios tan ajustados... Y así, hasta que llegó el mes de agosto.
 Una tarde de esas bascosas, yo andaba por la terraza con el amigo Joan Ribera que me tranquilizaba ante mi próxima estancia de un año en Francia.
Pero yo no las  tenía todas  conmigo. Era una tarde, ya lo he dicho,  bascosa, Helena  no se encontraba bien. Ha llamado Maite que dice que vendrá dentro de una hora con sus padres y sus hijos para ensayar lo del cumpleaños.
Pero cómo se le  ocurre  a Maite Comins  ensayar una semana antes. Acabábamos de cerrar el servicio del mediodía y se imponía una siesta veraniega, cuando llegó Maite Comins enfrascada en un Pedro del Hierro, toda hermosa y etérea.
- Pues si te has puesto así para el ensayo, ¿cómo vendrás el día de la fiesta?
- Qué ensayo, María Dolors, la fiesta es dentro de una hora.
- La fiesta es el sábado, Maite.
- Es una broma, ¿verdad, Dolors?
- No es ninguna broma, Comins, está todo preparado para el sábado.
Allí estábamos, Maite, esplendorosa y cada vez más blanca con su Pedro del Hierro, rubia y atractiva. Y yo con un blusón de los chinos y los pies llenos de fango porque estaba regando el jardín. Que si era el sábado o dentro de una hora, la fiesta sorpresa del sr. Paus convocada por su cincuenta aniversario.
El padre de Maite, que en paz descanse, se sentó en el sillón y suspiró como diciendo, a ver cómo acaban estas dos.
- Y ahora qué hacemos, musitó Maite.
-Pues qué vamos a hacer, ¡correr, correr, correr!
Rafa Gálvez dormitaba en el balcón, Rubén estaba en el huerto y Helena en la cama. Todo el mundo a sus posiciones. Las patatas casi que se pelaron solas, mientras en el aire un tenedor batía los huevos. Las ensaladeras se rellenaron casi, casi que a la velocidad de la luz, los bocadillos se calentaron a ritmo de corneta y las mesas se montaron entre Helena y todos los Paus-Comins.
Si algo hay en un restaurante es comida. Lo demás lo sudamos aquella tarde, por mi despiste, a  base de bien.
Vale que fuera una vez al instituto con dos zapatos diferentes. Vale que aparcara un coche en El Saler y pensara durante dos meses que me lo habían robado, hasta que apareció, milagrosamente, en el mismo lugar que yo había olvidado. Vale que a una madre de comunión le pusiera pato en lugar de cordero  en el menú. Pero esta vez, la cosa se había pasado de castaño oscuro.





Mi amiga Maite, mi compañera de fatigas en tantas cosas. Al amigo Ribera, que todavía andaba por el jardín, lo enviamos a por cervezas. porque el barril se había terminado y hasta el día siguiente no llegaba el camión. Trajo las provisiones, cogió a Manuel y a su hijo y nos espetó Yo me voy con los niños. Aquí estáis todos locos.  A medida que llegaban los cincuenta invitados, Maite les iba informando de las circunstancias de lo ocurrido. Supongo que curándose en salud, de lo que pudiera salir de aquella cocina. A la hora convenida, llegó el homenajeado, que no sabía ni de la misa, ni de su mitad. Cristóbal Paus, que es jefe de Recursos Humanos del Grupo Godó, después de los brindis y del relato de esta mi gloriosa hazaña de despiste universal, ante el improvisado y suculento ágape dijo que allí no habían habido recursos humanos, sino humanos con recursos. En fin, que la fiesta se prolongó hasta altas horas de la madrugada y mi amiga Maite Comins no ha dejado por ello de ser mi amiga. Eso sí, cuando hace alguna reserva siempre me puntualiza: Pero apunta bien el día , ¿eh?
Vamos que si se enteran ustedes de algún concurso de despistados, apúntenme, que hay premio asegurado. 
Salve y ustedes tengan una feliz semana.





4 comentarios:

  1. Dolors me ha encantado. Como siempre ir a tu casa es ir a la nuestra y gracias a tu despiste,tendremos la anécdota que recordaremos toda la vida. Gracias por hacerme revivir esa tarde, pues de nuevo he vuelto a estar con mi padre, un año después que se nos haya ido. Un millón de besos para ti y para tu familia.

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  2. María Dolores, eres despistada,genial, inteligente, capaz, tremenda, generosa y muy creativa.Este blog da buen testimonio de ello. Y yo tengo la suerte de tenerte entre mis amigas.

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  3. Un día inolvidable. El puzzle de buenas intenciones, capacidad de reacción, buen humor e improvisación lo salvaron sin problemas. Gracias

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