lunes, 17 de marzo de 2014

EL DESEO DE SER PIEL ROJA




                                                            A Franz,  con el deseo de que algún día nos pueda
                                                            perdonar el adjetivo kafkiano.




Si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta,

 



Ha venido a comer el escritor en valenciano más famoso  de l'Horta Sud y gran parte de Cataluña. Ensalada de lechugas con ahumados y helados; tronco de bacalao confitado en aceite.
Le cuento que en la Universidad de Aix-Marseille, en la clase de traducción del catalán al francés, utilizaban como textos sus novelas. Es más, una profesora me preguntó que por qué mi apellido coincidía con el de uno de sus personajes. Mujer, porque somos del mismo pueblo. También le relato las ganas que tenían de conocerlo los alumnos y los esfuerzos de Estrella Massip invitándolo a que acudiera el pasado mayo a dar una charla sobre sus creaciones. Mira, me están traduciendo al rumano y la única condición que he puesto es que no me hagan viajar hasta el país para presentar mis novelas.
No tengo ganas de ir ni a Picanya.
Lo que yo daría porque este blog lo leyeran los mongoles y me invitaran, aunque solo fuera un par de noches, a compartir una yurta con ellos. Las oportunidades y los deseos están mal repartidos.



cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida,

 
 
 
 
Celebraban una reunión familiar en el porche azul, el comedor que da a la terraza de atrás, la de las sargantanas. Uno de los familiares, cliente habitual nuestro, la había convocado y sin embargo, él no acudió porque estaba en la cama bajo la influencia de la gripe. Qué gracia influenza en inglés es gripe. Me ha salido un juego intertextual. Bien comidos y bien regados, me cruzo con una chica de unos cuarenta años en la puerta de los lavabos, me dice que le ha encantado La Matandeta, que no nos conocía y nos hemos puesto a charlar. Se la notaba muy emocionada. Me ha contado que se reúnen una vez al año con la familia de su madre, hermanos y primos. Pero que su madre murió hace muchos años cuando ella era una terca adolescente. Aquel día la madre había quedado a comer en una terraza con la díscola hija. Tuvimos una discusión muy fuerte. Tonterías de la edad del desequilibrio. Después ella se marchó con el coche a recoger a mi padre a la salida del trabajo. Nunca más la volví a ver con vida. Ocurrió un accidente. Se ha puesto a llorar como una niña desconsolada y a mí solo se me ha ocurrido abrazarla y llorar con ella. Ha formulado un deseo imposible. Volver a ver una sola vez a su madre después de aquella discusión y pedirle perdón.
 
 
 
hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas,
 

 
 
Era la cría más sonriente de la clase de EGB. A mí me daba un poco de envidia su facilidad para conectar con todo el mundo y su don de gentes a tan tierna edad. Entonces teníamos ocho años y a mí me podía la timidez como un demonio del que no conseguía desprenderme.
Compartimos aulas y compañeros hasta octavo y después  al mismo instituto, a clases diferentes. Nunca fuimos amigas, solo compañeras y después conocidas.
Hace un par de años le dio un ictus, al desmayarse se golpeó la cabeza con la mesa de la cocina y quedó inconsciente en el suelo durante ocho horas, hasta que la encontró su hijo, un chaval veinteañero.
Ahora, a sus cincuenta y dos años, su madre, de ochenta y uno, cuida de ella. Le ha quedado paralizado el ochenta y cinco por cien del cuerpo, a resultas del accidente cerebral, no, de las ocho horas que estuvo sola en el suelo inconsciente. Los daños fueron  irreversibles.
¿De qué color son los deseos que no tienen esperanza de verse nunca realizados?
Cuando me siento mal y me quejo de mis problemas, me acuerdo de Alicia que nunca más volverá al País de las Maravillas porque le hicieron añicos el espejo.
 
 
y apenas viera ante sí que el campo es una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo.
 

 
 
 
 
 
 Vino a fer l'esmorçaret C.M.A. Nos conocemos desde la adolescencia. Fue él quien me puso el sobrenombre de Mafalda porque por aquel entonces yo solía hacer preguntas que lo cuestionaban todo.
Hacía tiempo que no nos veíamos. Una de las últimas y pocas veces que vino a comer a La Matandeta estaba triunfante. Rafa Gálvez se enfadó. Me ha dicho que ha venido a comer para que no tengamos que cerrar. Tranquilo, cariño, yo lo arreglo. Hombre cuánto tiempo sin verte por aquí. Ya le he dicho a Rafa que hemos venido para que no tengáis que cerrar. Es más fácil que tú te divorcies que nosotros cerremos. Ah,  pues sí que te conoce tu amiga, rieron  sus compañeros.
Antes de acabar la carrera en Deusto ya tenía trabajo. Se lo rifaron siempre las mejores empresas.
Ahora, a los cincuenta y siete se ha quedado en paro. Ha venido con uno de mis compañeros de natación, mejor dicho, este lo ha traído. ¿Qué días y a qué horas vas a la piscina, María Dolores? Querrá verte en traje de baño, ironiza Rafa Gálvez. A buenas horas, mangas verdes. Querrá hablar y que alguien le escuche y comprenda su cara de tristeza.
¿Qué hacer con el  deseo de ir en busca del tiempo perdido?
 
 

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