domingo, 27 de enero de 2013

LOS ALPES DE LA ALTA PROVENZA

Derek Moxon, mi casero, está triste. Lila, la joven china que vivía con nosotros se ha marchado a Shangai con un contrato de trabajo para dos años. Desde allí le escribe y le cuenta que trabaja doce horas diarias como auditora y no le queda tiempo para vivir.
Marcela, la colombiana que convivió con Derek dos años mientras estudiaba en Aix, no vendrá a visitarle porque los franceses le han denegado el visado. También sabe que cuando en junio termine el curso, yo volveré a mi casa, con mi familia y cerraré el paréntesis que estoy viviendo.
Le digo que, como aquel personaje de Wilde en La importancia de llamarse Ernesto, a mi también me pone triste despedirme de las personas que acabo de conocer. Aunque en mi caso se ha convertido en una costumbre, tener un restaurante significa estar cruzándote siempre con gente nueva. Gente que un día llega a La Matandeta, pero que sabes que un día partirá, como partió el sr, Gálvez el jueves después de estar conmigo una semana. Y ya lo echo de menos. Pero nos dió tiempo, antes de que comenzaran las  clases del segundo semestre, a visitar la zona de los Alpes de la Alta Provenza.
Esta foto que ven ustedes corresponde a Sisteron, la llaman la perla de la Alta Provenza. Ubicada en una brecha formada en las rocas por el rio Durance, ya era conocida en tiempo de los romanos como el Portal de Provenza. Este punto estratégico, que los romanos llamaban Segustero, ya estaba fortificado en aquellos tiempos. Callejones retorcidos con casas de techos de viejos ladrillos forman el cuadro del casco  antiguo de Sisteron. Pero es invierno y hace mucho frío. En una carnicería compramos el famoso cordero de Sisteron, aunque no existe una denominación de origen estricta de Agneau de Sisteron, no obstante la carne de los animales procedentes de esta región, criados de forma tradicional, engordados naturalmente y que se han podido mover con libertad por los prados, lleva una etiqueta distintiva de color rojo. Es una carne que apenas contiene grasa y que tiene un ligero sabor a avellana.
También estuvimos en Digne les Bains, lugar por donde pasó Napoleón de vuelta de su exilio en la isla de Elba, aunque en Sisteron cuentan que el emperador, cuando el 5 de marzo de 1815 volvía del exilio se detuvo en la ciudad para descansar y comió los famosos pies de cordero (pieds  et paquets) en el hostal Bras d'Or de la calle de la Saunerie. Si vienen por aquí no dejen de probar este plato, cuyo origen le disputa a esta ciudad, Marsella.
Por último estuvimos en Gap, una ciudad de montaña, preciosa por donde se dice que Anibal cruzó los Alpes con sus 50.000 hombres y unos cuantos elefantes para plantarle cara al mismísimo imperio romano.
Para rematar la semana nos fuimos de excursión con mis amigas irlandesas a Isle-sur-la Sorgue, capital europea de las antigüedades.
Ahora mi paciente marido está en Valencia, Rose Prenderville se ha marchado a Londres a la graduación de una de sus gemelas, June Fitzboone se ha ido a una boda a Irlanda que se celebra en una antigua prisión, menuda alegoría, y Liz Dootley debe andar por su casa tan aburrida como yo.
Nunca me ha gustado el mes de febrero, ojalá venga mi amiga viajera, Pilar Ortí y me lo alegre un poco. Saludos para todos y feliz semana.

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