sábado, 13 de octubre de 2012

LA AMIGA VIAJERA

Decía el escritor Josep Plà que en la vida están los amigos, los conocidos y los saludados.
Yo, además a los amigos les añado adjetivo calificativo. Verán, está el amigo ideal para jugar al tenis, pero con el que nunca saldríamos de viaje. El amigo del alma que conocimos en la infancia y que siempre nos acompaña en los momentos difíciles, pero al que no debemos pedirle dinero prestado. El amigo para la fiesta, pero al que no le sienta bien el traje de diario. No son los amigos los que nos defraudan, sino nosotros los que nos engañamos cuando a un amigo le pedimos aquello que no está en condiciones de hacer por nosotros porque no es esa su calificación.
En fin, todo esto para contarles que Pilar Ortí, que llegó el jueves de la semana pasada y se quedó hasta el martes, es mi amiga viajera.  Nos conocimos en la Escuela Oficial de Idiomas, en una clase de inglés a la que solo asistíamos, paradojas de la vida, la profesora y nosotras dos, con lo que muchas veces, las clases en lugar de gramaticales se convertían en terapias. A las mujeres, nos dan dos palabras y nos montamos un monólogo a lo Molly Bloom.
Nuestro primer viaje fue a Paris y desde entonces no hemos dejado de hacerlo juntas. Pero puestos a calificar, les diría que no somos unas turistas, sino unas viajeras. Para entender la percepción nada mejor que lo que nos dejó Paul Bowles en El cielo protector. Pero un viajero no es solo aquel que no sabe cuándo será el regreso, sino también el que viaja por el solo placer de ver pasar la vida, sentado en cualquier parte del mundo.
¿Y en qué consiste eso de ver pasar la vida? En multitud de pequeñas cosas.
Les pondré unos ejemplos.
En Paris, a la salida del Museo Châtelet, que es el museo dedicado a la ciudad, nos sentamos en un pequeño jardín, A muy poca distancia, en otro banco, un matrimonio de mediana edad hablaba muy bajo. Eran italianos, del norte, por el tono, Estaban separándose y se repartían los recuerdos y los muebles de una larga convivencia. No había odio en sus palabras, ni reproches, ni amenazas. Nos maravilló la educación con que aquella pareja ponía un epílogo a su relación.
En Milán, todas las noches acudíamos a una pequeña trattoria a cenar. Las mesas eran corridas y el dueño, con un físico y unos modales a lo Ugo Tognazi en La jaula de las locas, se empeñaba siempre en cambiarnos de sitio. Pero nosotras preferíamos la mesa situada enfrente de la caja. Allí su mujer, una rubia de mediana edad, rotunda en carnes, al finalizar el servicio, cogía un cuchillo de sierra, de los de cortar el pan, y arremetía contra un jamón, que poco a poco iba destrozando. ¿Qué hacía aquella mujer, cortar jamón o enfrentarse con la virilidad de su marido?
Bueno, queridos amigos, pues en eso consiste  bambar a lo tonto por el mundo y ver pasar la vida. Detenerse en todas aquellas cosas que la ficción fue volcando en el paisaje cotidiano.
Como bien ha podido comprobar mi casero, Derek Moxon, Pilar es una mujer de carácter. Una vez, también en la Escuela de Idiomas, una jóven alumna se quejaba a la profesora de que en la biblioteca solo habían películas en blanco y negro muy viejas, de directores como Fellini, Passolini, Visconti. Pilar no pudo más ante tanta ignorancia y le espetó a la susodicha: "Mira, nena, esas películas son como yo, viejas, pero interesantes". Esa es mi amiga Pilar.

El viernes por la mañana yo tenía clases, así que Pilar se marchó sola a Aviñón que queda a 70 km. de Aix. Aquí tienen ustedes su famoso puente sobre el que on y dance, on y dance tout en rond.
Pero el sábado y el domingo son nuestros, así que muy temprano y con el cochecito que alquiló Pilar emprendemos ruta hacia los pueblos del Luberón, auténtico enclave del savoir vivre provenzal. A vdes. quizás les suene el Luberón porque últimamente salió en la prensa internacional porque allí fotografiaron a los Duques de Cornualles en su intimidad.
Entre los pueblos de esta zona se encuentra Apt, con el mayor mercado provenzal que he visto en mi vida, Gordes, donde Mitterrand tuvo casa de veraneo; Lourmarin, pueblo natal de Albert Camus; Lacoste, con el castillo del Marqués de Sade; Saint Rémy de Provence, mi favorito, algún día les explicaré porqué...













Pero el domingo atacamos el mar  y nos vamos a Cassis, auténtica joya portuaria. En su pequeño puerto de muelles con colores tornasolados, tomamos un barquito para visitar Les Calanques, futuro parque nacional, a pocos kilómetros de Marsella.
¿Sabian que la estatua de la Libertad, el canal de Suez y la plaza Trocadero de Paris, están realizados con piedra de Cassis extraida de Les Calanques? Port Miou significa en provenzal, lPuerto Bonito, y es la primera cala a la que se accede por el mar. Pero, Les Calanques son también un lugar perfecto para practicar el senderismo y encontrarse  entre otras cosas, con la hierba Gouflé, única en el mundo.
Para los amantes del submarinismo, decirles que en esta zona se encuentra la gruta Henri Cosquer, la gruta más antigua documentada hasta hoy, con 27.000 años.
Y por último, no hay que marcharse sin tomarse un blanco de Cassis y ver las vistas desde Cap Canaille.

El martes se marchó Pilar, pero el lunes llega, desde Italia, el amigo Xavier Marí con su hija Inés. Hemos quedado para cenar. No se pierdan el próximo capítulo. Un abrazo desde la Provenza.

2 comentarios:

  1. oh my goodness, what an incredible erasmus you're living! like Maria told me , is your once life experience. Hope you enjoy the next days with these irish friends you've just met. Big hugs from Lyon , Jose :)

    ResponderEliminar
  2. "¿Para los amantes del submarinismo?"
    ¿Una cova?
    ¿Profunda y fosca?
    Sembla interesant… però tu no eres bussejadora?

    ResponderEliminar