No esperes a que deje de llover. Aprende a bailar con la lluvia.
Proverbio irlandés
Me gusta la gente que ama su oficio. Que disfruta con lo que hace. Si es camarero, sabe que recibir a un cliente con una sonrisa es la mejor carta de presentación. Si es mecánico, no le importa su mono lleno de grasa si dio con el cilindro roto. No es bueno pasar por la vida sin oficio ni beneficio. Un proyecto de vida nos llena el tiempo de entusiasmo y vocación. Pepe Valeriano es de las personas que he tenido la suerte de conocer y que aman su oficio.
Conocí a Pepe Valeriano durante mis años de cocinera en La Matandeta. Los miércoles era mi mañana de Mercado Central. Y antes de arremeter con mis compras, me tomaba un cortado en el bar de José, cuyo póster de Flowers, la mítica obra de Lindsay company que algunos tuvimos la suerte de ver en el Principal, allá por los felices ochenta, llenaba el pequeño cubículo de su local.
Después me quedada embobada delante del escaparate de la droguería de Pepe Valeriano, justo al lado. Hasta que un día, como soy muy curiosa, me decidí a entrar y preguntar... ¿Para qué sirve el aceite de argán? ¿Y el de malaleuca? ¿Y el de germen de trigo? ¿Qué se hace con la esencia de ruda? ¿Y si es de menta? Durante varios años, Pepe Valeriano me dio un master sobre aceites naturales, esencias y productos de su droguería. Droguería. La primera vez que Manuel, mi nieto, escuchó esa palabra le hizo mucha gracia. El padre de Pepe compró la droguería en 1957, que había sido fundada en 1839, Pepe no sabe quién fue su autor. Pero seguro que es la droguería decana de Valencia y de media España. Pepe estudió el BUP, como yo, y después se incorporó al negocio de su padre. Del que sabe un montón. Carlos, su hijo, ha estudiado óptica y trabaja también en el negocio familiar. No esperes a que deje de llover. Aprende a bailar con la lluvia. Ah! Pepe me recuerda que durante el bachiller suspendía Química.
Bueno, pasaron los años y sus circunstancias. Yo dejé de ir al Mercado Central todos los miércoles. Y le perdí la pista a Pepe Valeriano. Hasta que un día apareció por La Matandeta. Se había divorciado, estaba a punto de comprarse una casa en Viver. Venía con María Lafuente. Estaban muy enamorados.
Pepe y María siguieron viniendo por La Matandeta y contándome sus ilusiones con la casa de Viver. Yo me sentaba en su mesa con una tetera cargada de sobrecitos de infusión. Un mes de septiembre vinieron a celebrar el cumpleaños de Pepe con otra pareja. Al final, hubo cava y tertulia.
Entonces, Pepe nos contó su shock cardiogénico cuatro años antes, Este accidente ocurre cuando el corazón no es capaz de bombear la sangre que el cuerpo necesita. El orígen suele ser complicaciones cardíacas serias. El cuerpo de Pepe Valeriano dejó de funcionar. De la Clínica de la Salud se lo llevaron a La Fe. Catorce médicos esperaban su ambulancia. Cuatro días pasaron María y la madre de sus hijos abrazadas y llorando. El final estaba cerca. Al cabo de ese interminable tiempo, Pepe recobró la consciencia. Y lo primero que dijo fue: ¿Habéis pagado los autónomos? Ja, ja, ja, ja, ja....
Todavía me estoy riendo cada vez que me acuerdo. Y es que el que es bueno, es bueno hasta para morirse.
Salve y ustedes lo pasen bien.
¡¡¡¡
ResponderEliminarMe ha encantado María Dolores!!
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte,gracias por dejarnos entrar en tus maravillosas historias,un abrazo,peoeyse ha emocionado!!
Pepe se ha emocionado mucho!!
ResponderEliminarVer qué los hijos puedan llevar adelante un negocio fundado por su padre y perpetuar la vocación es muy bonito
ResponderEliminarQué bonito! Qué bonito!
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