miércoles, 15 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA

Creo que ya  les he contado en otra ocasión que me hice cocinera a la fuerza. Yo tenía un trabajo que me entusiasmaba. Conocía a gente  interesante, tenía reuniones con gente importante y viajaba un par de veces al año al extranjero por cuestiones de trabajo.
Me bajé de los  tacones de aguja, colgué el traje chaqueta en el fondo del armario y pasé de relacionarme con lo más in a hablar con el gitano que me traía los caracoles. Así, sin transición.
Los primeros años fueron a tope. Necesitaba toda mi  energía  para aprender a cocinar en plan profesional. Pero antes de dar el salto, yo ya me fui preparando el terreno. Un día le pregunté a mi colega Lore Vega, jefa de comunicación de la consellería de Industria, Comercio y Turismo, dónde podría apuntarme a cursos de cocina y ella me remitió a Javier González que con el tiempo y una caña se convertiría en el director del Centro de Desarrollo Turístico.
Mis primeros cursos de cocina fueron en el Hotel Astoria. Allí Txemi Baviera (Venta  de l`home) y Javier de Andrés (entonces La Sucursal, ahora Veles i Vents) nos enseñaban las cosas más básicas y más interesantes de la gastronomía. Tan aplicada debí de ser, que cuando Txemi y Javier se hicieron cargo de la Asociación  de Restaurantes de Valencia, me pidieron que formara parte de la directiva. Entonces debí conocer a Rafa Calabuig. ¿O no? No.
Fue en aquellas jornadas gastronómicas en el Hotel Astoria. Me llamaron del CDT para que participara y no se me ocurrió otra cosa que decirles que no.
Javier González, ínclito director, se me puso al teléfono para decirme... María Dolores, habrá restaurantes en Valencia que pagarían por participar en estas jornadas y tú dices que no.
No de acojono. No de sentido del ridículo. No de miedo escénico.
Bueno, pues vamos para allá. ¿Quién dijo miedo habiendo hospitales?
No se me ocurrió otra cosa que freir ancas de rana.. La marjal, xica. Si. Les granotes
Paco Baixauli Mena que no es familia mía, pero entonces era alcalde de Silla, me había hablado de la Escuela de Oficios de Silla y de cómo estaban recuperando la cría de ranas. Pero resulta que solo habían recuperado dos.
En el aula que nos habilitaron en el Hotel Astoria no había freidora y le pregunté a Sebastián Romero (La Sequieta, en Alaquàs) cómo podría freir las ancas de rana. Con una parisienne, me contestó. Ah! si. Que sabía yo lo que era una parisienne.
Creo que aquel día conocí a Rafa  Calabuig, que ha sido tan importante en mi vida. Porque me introdujo en el circulo de la asociación gastronómica Foc i cassola y porque me presentó al que con el tiempo se convertiría en mi amigo del alma, Joan Roig.
CONTINUARÁ...




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