sábado, 5 de abril de 2014

ELLA

A Ella no le gusta que yo diga que para que madurara me tuve que ir muy lejos. Dejé una niña y a la vuelta me encontré con una mujer. Contaba la actriz Lucía Bosé que a los hijos, para no perderlos, había que echarlos de casa. Como eso no era posible materialmente, la que se marchó fui yo.
Siempre hay crisis de crecimiento. A los niños, después de la fiebre, les duelen los huesos porque les han crecido. A los adolescentes les duele el alma.
A su padre le gusta presumir de que se parece físicamente a él. Esa piel oscura, esos ojos rasgados, esa cabellera abundante y frondosa. Esa belleza cordobesa. Pero el interior es mío. Yo la concebí.
Dos aventureros no pueden engendrar una hija oficinista. Ella necesita que le pasen cosas, que el hoy no se repita en el mañana. Franz Kafka escribió Carta al padre, pero Ottla, su hermana, podría haber escrito Carta a la madre y también hubiera hablado del miedo y la aceptación. Miedo a expresar a aquellos que nos trajeron al mundo lo que realmente somos, lo que queremos, lo que nos hace felices. Aceptación de que por mucho que corramos la tortuga siempre alcanzará a Ulises. Siempre volveremos a aquel punto del que partimos.
Yo perdí a mi madre a los veintidós años. Fue un gran dolor y una gran liberación. Ya no había nadie en mi vida que pudiera imponerme reglas, que me provocara miedo ante su no aceptación. Un día le preguntaron a mi amiga Yolanda Moreno si su hijo Álvaro tenía novia y ella contestó, no lo sé, a mi no me lo cuenta, soy su madre.
Eso es, ahí está la clave. ¿Por qué me llevo tan bien en la facultad con mis compañeros veinteañeros? Porque yo no soy su madre. No les tengo que decir qué está bien y qué está mal, con qué patrones deben regirse.
Ella es como un espejo en el que no me quiero mirar yo porque se parece a mí demasiado. No acepta los convencionalismos, no le gustan los patrones, no sabe vivir con un no. Ella quiere que la vida se llene de aventuras, que la gente se mezcle sin razón. Ella tiene mi desfici interior.
Esta noche de amigos, de letras y vinos, la miro de reojo y la veo más hermosa que nunca. RafaXambó se ha traído la guitarra y nos canta T'estimo tant, el soneto LXXI de Shakespeare, el gran
Willie, traducido al catalán por el poeta de Lérida  Txema Martínez y con música del sociólogo y escritor de Algemesí.  Y el soneto dice así:
No ploris més per mi quan sigui mort,
quan sentís la campana amb tocs virils
dient al món que sóc tan sols record
d'aquest món vil i visc amb cucs més vils.
Ni recordis, si veus aquest escrit,
la mà que el va crear: t'estimo tant
que vull que el teu enyor es torni oblit
perquè no m'hagis d'enyorar plorant.
O si potser em llegeixes quan només
el meu cos sigui fang mesclat amb fang,
no evoquis el meu pobre nom i fes
que es podreix l'amor dins de la sang,
no fos que el savi món al morir jo
rigués mentre despulla el teu dolor.
A la cena de esta noche, de Lletres entre vins han venido entre otros amigos, Manuel Monzó con Shirley Maclaine, Pablo Calatayud. Manuel nos cuenta la histora del Celler del Roure, ese chico inquieto al que el padre no comprendía y que transformó parte de la geografía vitivinícola de nuestro país. A mi izquierda, el periodista Salvador Soria, al que hace unos meses escuché una frase que me caló. Solo pretendo que mis hijos sean felices, al menos, un minuto al día.
Pues eso, Helena, Hache, haz lo que quieras, pero sé feliz.



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