lunes, 27 de agosto de 2018

DECIMOCUARTO DÍA: ELLA Y YO

- Conque dieciocho días sola en Nueva York. Y va y te lo crees y se lo haces creer a todo el mundo. ¡Ay, pobrecita mía que me la han abandonado y traicionado! ¡Qué lastima que nos da a todos que la seguimos por el mundo a través de  su blog!¡Madre mía, la pobre, a  su edad, sola y recién divorciada, pasando su duelo en Nueva York!
- ¡Cállate y ayúdame con la maleta! Vengo cansada y hoy estoy de  bajón.
- ¿Ya empezamos? La que debería estar de bajón soy yo, que me has tenido aquí, encerrada durante diez días, sin saber qué iba a pasar conmigo, si pensabas volver o no. 
- Bueno, todo  fue imprevisto. Pensé  que se trataba solo del fin de semana, pero la cosa se alargó. Estaba tan a gusto con  ellos, me hicieron sentir tan bien...
- Claro, y yo aquí, en esta habitación Airbandb que has pagado durante diecisiete días y en la que solo dormiremos seis noches, si  es que conseguimos  hacerlo. ¡Es absurdo!
- Así es, en el Año Absurdo que llevamos, suelen ocurrir cosas absurdas.
- Pues, todavía nos quedan cuatro meses. A ver, qué vas a hacer.
- De momento, descansar. Ayer la fiesta acabó tardísimo. Ellos se pasaron la  cena bebiendo vodka `polonesa. Joe y yo, solo vino neozelandés. Y haz el favor de levantarte del suelo que hay sillas y butacones. O recuéstate aquí en la cama conmigo.
-Pareces  mamá. Siempre te decía  lo mismo: María Dolores, no te sientes en el suelo. Ahora tú desempeñas su  papel. Con la edad  se te está  poniendo la misma cara, sobre todo cuando te enfadas y sacas el carácter. Cuando sonríes te  sigues pareciendo a papá.
- Si, ahora yo sería la  mayor, la  jefa. Tengo ya diez años  más que mamá, ella me  tendría  que  obedecer.
- Eso, será de lo que tú la obedecías a  ella. O no te acuerdas. No he  visto  en  mi vida a nadie con tanta imaginación para contar bolas en la  adolescencia.
- Ta geule!
- No, no me callo. Además, ¿para qué me hiciste venir si me has dejado sola, aquí encerrada? Por cierto, no pusiste bien la clave y la puerta estaba abierta. Los tres niños que viste a tu llegada no han hecho más que entrar y tocarlo todo.
- ¿De verdad? Pero tampoco dejé nada de importancia. Y te dije que vinieras porque no quería estar sola del todo. Este viaje podía acabar como el monólogo interior de Molly Bloom.
- ¿Y esa quién es?
- Cómo que esa quién es. Pero si me la presentaste tú. No recuerdas, en el San Vicente Ferrer de la calle Burriana, el BUP y el COU. Mientras tus compañeras fumaban por los rincones y hablaban de chicos, tú te encerrabas a la hora del patio en la biblioteca y devorabas libros. Aquel que te leiste durante dos semanas y del que no entendiste nada. París, Shakespeare and Cco, Sylvia Beach.
- ¡Ah! El Ulysses, de Joyce. No entendí ni papa. ¿Lo has vuelto a leer?
- Todavía, no, pero lo haré.
- ¿A que no te acuerdas de Miguel Angel Asturias?
- ¿Señor Presidente? No, para nada. Pero recuerdo dónde estaba mientras lo leía. En casa de papá y mamá. En primero de BUP.
- No nos desviemos de nuestro tema. ¿Para qué querías que te acompañara en este viaje? 
- Para no estar sola.
- Tú nunca estás sola. Vamos, anda, ponte guapa y salgamos a la calle. La vida nos está esperando.





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