Son las cinco de la madrugada y oigo traginar a Doménico por la cocina. A las ocho, cuando bajo y los saludo, the great cooker ya ha sacado del horno el pan y acaba de meter lionesas, está batiendo la crema conque las rellenará y encima de la mesa tiene una gran lasaña preparada y me ennumera los diferentes ingredientes que la componen. También hay una ensalada de tomates con ajo y hierbas de Provenza y una caprese. Además, tres bandejas grandes llenas de tomates de diferente tamaño procedentes del jardín de Joe, quien añade que es nuestra tomatina particular y que algún día le gustaría asistir a la verdadera, en Buñol. En el poco espacio libre, yo escribo con mi ordenador. Hoy a las cuatro, tenemos cena ¿o comida? Yo no me aclaro, en el jardín, y vienen varias amistades.
Anoche la cena fue ligera, clams, o sea almejas crudas que compró y abrió Joe y la clam chowder que nos quedaba. Nos bebimos una botella de prosecco con los aperitivos y un Sauvignon blanc neozelandés que había comprado yo. Les he dicho que de los vinos me ocupo yo porque se empeñan, ellos y sus amigos, en agasajarme con vinos españoles y no consigo hacerles entender que no quiero vinos españoles porque ya los conozco y lo que quiero probar son los de Napa, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda, los tienen como rosquillas. Los blancos de Nueva Zelanda son frescos, muy afrutados, ligeros y dejaron atrás, hace tiempo, el corcho y los tapones de silicona. Todos vienen con rosca.
Aquí el alcohol no se vende en los supermercados ni en las tiendas, sino en centros especializados, tan grandes como the groceries. Y ocurre con los vinos lo mismo que con los alimentos: puedes pedir lo que quieras, de la parte más recóndita del mundo, que te lo han traído.
Un blanco neozelandés viene a costar unos diez dólares y a partir de ahí, puedes ir subiendo.
Esta mañana con Joe, hemos hecho nuestro recorrido habitual de los tres supermercados, no sea cosa que a Dominic le entre el mono y tengamos un disgusto. En una sociedad tan consumista, los supermercados abren todos los días, de ocho de la mañana a nueve de la noche. Cuando salíamos, hemos encontrado a Steven y sus tres, ya famosos, perros. Tres setter. Sigo intrigada con los perros.
Después de the groceries a la playa. Pero, Dominic cambiará dos veces la hora de la cena: a las cuatro, no. A las cinco, tampoco. A las seis y media. Una gran cena de despedida entre amigos que también son míos. Mucha risa y demasiada comida. Dominic nos deleita con su plato estrella: Mejillones con chouriso portugués y beans, La cena acabó con los marshmallows a la barbacoa, que son una especie de chucherías a base de albúmina y azúcar que se pinchan en un palo y se pasan por el fuego. Entonces saben a merengue, están buenas y todo.
Mañana, lunes, vuelvo a Brooklyn. Aquí les dejo la crónica fotográfica del día. Feliz semana.
Desayuno en la terraza. Los eggs and jam llegarían cinco minutos después.
Con los perros de Steven.
En la sociedad de consumo, la máquina no cierra ningún día.
Branford Point Park Harbour.
Esta mañana con Joe, hemos hecho nuestro recorrido habitual de los tres supermercados, no sea cosa que a Dominic le entre el mono y tengamos un disgusto. En una sociedad tan consumista, los supermercados abren todos los días, de ocho de la mañana a nueve de la noche. Cuando salíamos, hemos encontrado a Steven y sus tres, ya famosos, perros. Tres setter. Sigo intrigada con los perros.
Después de the groceries a la playa. Pero, Dominic cambiará dos veces la hora de la cena: a las cuatro, no. A las cinco, tampoco. A las seis y media. Una gran cena de despedida entre amigos que también son míos. Mucha risa y demasiada comida. Dominic nos deleita con su plato estrella: Mejillones con chouriso portugués y beans, La cena acabó con los marshmallows a la barbacoa, que son una especie de chucherías a base de albúmina y azúcar que se pinchan en un palo y se pasan por el fuego. Entonces saben a merengue, están buenas y todo.
Mañana, lunes, vuelvo a Brooklyn. Aquí les dejo la crónica fotográfica del día. Feliz semana.
Desayuno en la terraza. Los eggs and jam llegarían cinco minutos después.
Con los perros de Steven.
En la sociedad de consumo, la máquina no cierra ningún día.
Branford Point Park Harbour.
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