En Brooklyn no tienes la sensación de estar en Nueva York, sino en una ciudad de provincias. Los vecinos se mueven por el barrio a realizar sus compras, se sientan en los escalones de la entrada de sus casas a dialogar entre ellos, saludan a los transeuntes, se toman una cerveza. Todo tiene otro ritmo. No es el agobio de la gran ciudad hecha para ser admirada, no para vivirla.
Me hospedo en un landmark que es como llaman a los edificios antiguos protegidos. Brooklyn tiene personalidad, ves una foto en el periódico, en Google, en televisión y reconoces este barrio,
Esta es la fachada de la casa en la que habito, las ventanas de arriba a mano izquierda se corresponden a mi habitación. AirBanB es muy popular en los Estados Unidos. Otra forma de hospedarse, la idea originaria por la que se creó es que compartieras tu estancia con los nativos y vieras su forma de vida. Pero la verdad es que a quien más he visto es al australiano, que lleva aquí hospedado bastante tiempo. No sé quienes son los dueños. El contacto para alquilar la estancia ha sido a través de AirBandB.
Es una casa cuidada, con la madera bruñida, muy limpia, en la que me pidieron el primer día que andara descalza. Los hoteleros en Valencia están en contra de esta forma de hospedaje, les parece competencia desleal. No lo creo, es un tipo de clientela muy diferente la que se hospeda aqui a la del hotel. Yo no me hubiera podido permitir diecisiete noches de hotel en Nueva York donde la media ronda los cien dólares diarios.
Tengo la habitación más grande de la casa y su precio se acerca a los treinta y cinco dólares por noche, con los gastos de limpieza incluidos. También tengo derecho a cocinar y a un estante de la nevera. Estos son mi dormitorio y el estudio contiguo.
Las otras dos habitaciones con que cuenta el landmark son más pequeñas.
La cocina es de uso común, pero quien más la disfruta es el australiano. Se llama Harry Button y lleva mes y medio en Nueva York preparando un reportaje sobre las muevas tendencias musicales en la ciudad que nunca duerme. Trabaja para varias revistas y televisiones de su país. No sé por qué entiendo mejor su acento que el americano, quizás porque me habla muy despacio.
Anoche bajé a tomar algo de fruta de mi estante y me lo encontré sentado en la mesa del comedor, solo, en la casa no se oía a nadie. Me invitó a sentarme y compartir con él la cena. Había preparado una ensalada con rúcula, canónigos, queso parmesano, arándanos y manzanas. Y le había añadido un sofrito de bacon. Estaba rica, también tenía fiambres y quesos y una botella de shyraz australiana. Nunca había probado la shiraz australiana.
Me contó que se ha casado y divorciado cuatro veces, pero no tiene hijos. Así le durarán poco los duelos, pensé. Ya se sabe que la experiencia hace maestros.
Hablamos de muchas cosas, los temas surgían solos. Le conté el relato de Patrick White Las cacatuas, que leí a los diecisiete años. Un matrimonio, que lleva muchos años separado, aunque viven en la misma casa, en diferentes pisos, un día vuelven a comunicarse porque en el patio aparecen unas cacatúas que se instalan alli. Se sorprendió de que hubiera leído a su compatriota. Me habló del libro que está escribiendo desde hace tres años y no consigue terminar. Mira, otro Batterbly como yo.
Estuvimos cerca de dos horas conversando hasta que me dí cuenta de que me empezaba a mirar raro.
Cuando un hombre te mira raro te está dando dos opciones: O que salgas corriendo o que te plantees que ropa interior te pondrás la primera noche que te invite a salir. Le hubiera pedido una foto, pero lo habría malinterpretado, porque yo pensaba salir corriendo.
Hoy me voy al MOMA. Salve y que lo pasen bien.
Las otras dos habitaciones con que cuenta el landmark son más pequeñas.
La cocina es de uso común, pero quien más la disfruta es el australiano. Se llama Harry Button y lleva mes y medio en Nueva York preparando un reportaje sobre las muevas tendencias musicales en la ciudad que nunca duerme. Trabaja para varias revistas y televisiones de su país. No sé por qué entiendo mejor su acento que el americano, quizás porque me habla muy despacio.
Anoche bajé a tomar algo de fruta de mi estante y me lo encontré sentado en la mesa del comedor, solo, en la casa no se oía a nadie. Me invitó a sentarme y compartir con él la cena. Había preparado una ensalada con rúcula, canónigos, queso parmesano, arándanos y manzanas. Y le había añadido un sofrito de bacon. Estaba rica, también tenía fiambres y quesos y una botella de shyraz australiana. Nunca había probado la shiraz australiana.
Me contó que se ha casado y divorciado cuatro veces, pero no tiene hijos. Así le durarán poco los duelos, pensé. Ya se sabe que la experiencia hace maestros.
Hablamos de muchas cosas, los temas surgían solos. Le conté el relato de Patrick White Las cacatuas, que leí a los diecisiete años. Un matrimonio, que lleva muchos años separado, aunque viven en la misma casa, en diferentes pisos, un día vuelven a comunicarse porque en el patio aparecen unas cacatúas que se instalan alli. Se sorprendió de que hubiera leído a su compatriota. Me habló del libro que está escribiendo desde hace tres años y no consigue terminar. Mira, otro Batterbly como yo.
Estuvimos cerca de dos horas conversando hasta que me dí cuenta de que me empezaba a mirar raro.
Cuando un hombre te mira raro te está dando dos opciones: O que salgas corriendo o que te plantees que ropa interior te pondrás la primera noche que te invite a salir. Le hubiera pedido una foto, pero lo habría malinterpretado, porque yo pensaba salir corriendo.
Hoy me voy al MOMA. Salve y que lo pasen bien.
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