Los dos hombres se conocían. Por eso, esa noche de calor inusual se recelaban y se desconfiaban mutuamente. Habían trabajado muchos años juntos en la fuerza y cada uno de ellos sabía mucho del otro. Demasiado. El sitio donde se producía el encuentro era, para definirlo de alguna manera, neutral: un lugar de tragos, hombres solos y putas. Pero por sobre todas las cosas había poca luz, disminuida aún más por el espeso humo de tabaco. Allí cerca, en el escenario, Exuberancia se li- beraba del innecesario ropaje al ritmo de una música demasiado trillada como para prestarle atención. Un par de mujeres se sentaron junto a los hombres ofreciendo su mercancía sin disimulo con desenfado y mentida algarabía. El exceso de maquillaje, sin embargo, ponía cierta distancia con sus potenciales clientes. Ambos hombres las rechazaron con un gesto. Ellas, con un fingido mohín de desencanto, se levantaron y volvieron a la barra a la espera de clientes más receptivos.
Nuestro hombre en Ushuaia Carlos Zampatti
Soy la reina del despiste. Mis amigos y seguidores ya lo saben. Una vez convocaron en Sedaví, mi pueblo, un concurso de despistados y a mi me concedieron el premio extraordinario. País que visito, gafas que pierdo. Aquí ya lo he hecho. Cuando Sales, de la óptica de la avenida Albufera, me ve entrar por la puerta, saca la alfombra roja y aplaude. Debo ser su mejor clienta.
Pues bien, perdí en Ushuaia la bolsita donde llevo las medicinas que debo tomar por mi arritmia cardíaca. Si no lo hago, la arritmia se me dispara y puede entrarme una crisis. Es el precio que tengo que pagar por tanto tiempo vivido y tanta experiencia vital.
Pues bien, no encontraba por ninguna parte las medicinas. Removí la habitación del hotel de Ushuaia arriba y abajo. Cuando estaba agachada debajo de la cama, Pepa salió del cuarto de baño, asombrada por mi postura. Las medicinas, no encuentro el estuche con las medicinas.
Teníamos que tomar el ferry para ir hasta el faro del Fin del Mundo a las nueve y media. De camino al puerto, caí en la cuenta de que, quizás el estuche hubiera quedado olvidado en el restaurante-concesionario de motos donde habíamos comido el día anterior.
No estaba todavía abierto y una joven limpiaba la sala. Le expliqué mi desasosiego y .... Voilà! Allí estaba esperándome. Debía tomarlas cuanto antes, así que mis compañeros siguieron y yo decidí buscar un bar.
Usuhaia, a esas horas, estaba todavía cerrada. Al final, me topé con el BRIXBAR.
Un cliente tomaba un café y un trozo de tarta. Dos camareros tras la barra y varios libros del mismo autor, expuestos en ella. Pensé: Esos libros los debe de haber escrito un empleado o un cliente habitual, de otra forma, no estarían aquí.
La temática de los libros hacía referencia a Ushuaia y Tierra del Fuego. A una fuga en el presidio, a una especulación en la península Mitre. Ojeé el primero. Y vi en la solapa que entre las obras del autor, Carlos Zampatti, se encontraba Nuestro hombre en Ushuaia.
Me acordé de mi estancia en La Habana este mismo verano, gracias a la hospitalidad de mi amigo Miguel Ángel Jiménez. El primer libro que leí a mi llegada fue Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene. El segundo Nuestro Graham Greene en La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez. Y ahora en el fin del mundo y el principio de todas las cosas, me encontraba con otra novela que parafraseaba también los títulos anteriores.
Eso era una señal que me mandaba el universo y yo estaba atenta a su llamada.
Le pregunté a un camarero. Si, el señor Zampatti, el autor, desayunaba todos los días en el Brixbar con un grupo de amigos, sobre las nueve y media. ¡Vaya, la hora en que salía el ferry! Ni corta ni perezosa saqué mil quinientos pesos de mi cartera y se los di al empleado, que yo creo que todavía no salía de su asombro. Le pago este libro, pero dígale al señor Zampatti que quiero que me lo dedique y también quiero llevarme "Nuestro hombre en Ushuaia", volveré a la tarde.
Llegué al puerto, cuando el ferry estaba a punto de salir.
Compartí el mes en La Habana con las novelas de Leonardo Padura. Me levantaba a las siete, trotaba por el Malecón y volvía a mi residencia. Me llevaba a Manuel, a regañadientes, a realizar alguna visita por la ciudad. Ya saben ustedes que a los adolescentes la cultura los persigue, pero ellos corren mucho más. Y ya cerca del mediodía cuando el calor era insoportable, nos refugiábamos en el piso del edificio Sloppy Joe's, junto al bar del mismo nombre.
Yo me tiraba a leer en el sofá, mientras Manuel le daba al TikTok.
De la mano de Padura recorría los escenarios con los que antes o después me acababa tropezando al salir a la calle. Este es otro de los placeres de los que disfruto. Recorrer una ciudad, un paisaje de la mano de los escritores. Y además es gratis, solo tienes que comprarte el libro.
Y eso hice. Les dije a Pepa y a José Vicente que tenía una cita con un escritor. Se miraron extrañados y me preguntaron cuándo lo había conocido. Mientras me tomaba las medicinas, les respondí.
Allí estaban esperándome los dos libros firmados por su autor. He recorrido Ushuaia de la mano de Zampatti. Y Pepa se leyó en un día La fuga según León.
Carlos Zampatti, de profesión agrimensor, nació en Mar del Plata, pero reside en Ushuaia desde hace muchos años. En sus novelas se refleja el paisaje y el carácter de las personas que habitan esta región argentina, tan alejada de todo. Nuestro encuentro nunca llegó a producirse, pero hablamos por el watshap y, tras leer el currículum que me mandó, puedo adelantar que está dotado de una fina ironía.
Otro motivo más para volver a estas tierras, conocer al autor de Nuestro hombre en Ushuaia.
Si quieren contactar con él, háganlo a través del correo zetadeushuaia@gmail.com
Salve y que disfruten de la tarde o de la noche, según el hemisferio en el que se encuentren.
No hay comentarios:
Publicar un comentario