viernes, 30 de septiembre de 2022

DE MISIONES A BUENOS AIRES

 Hemos llegado al hotel Centuria de la calle Suipacha con un hambre canina y nos hemos abalanzado sobre el buffet del desayuno. A  cuatro de la madrugada nos habíamos levantado para llegar con tiempo al aeropuerto de Iguazú. Estamos de vuelta a la ciudad porteña y Lorena impaciente por seguir siendo nuestra cicerone. Nos espera en el café El Molino, un establecimiento histórico en el que se conocieron sus padres, al lado del parlamento. Pero el café está cerrado por reformas.


Hay mujeres manifestándose contra la  violencia  de  género. El movimiento se llama Las mariposas, vendedores de bocadillos, concurso de  pintura y una mañana radiante  de  plena  primavera.

A Buenos Aires lo llaman el Paris de América Latina. Por tener, tiene hasta una  copia, sacada  del mismo molde original y  firma  de August Rodin, de El pensador, la celebre  estatua  que se encuentra en el Museo Rodin de Paris, que fue traída  por el  primer  director del Museo de Bellas Artes de esta ciudad.


Lorena nos  ha  preparado una visita  a un  barrio muy porteño: Boedo, el suyo. Hay que coger  el sub, el colectivo, pero nos  dejamos llevar, seguros de que habrá  elegido  bien.


Nos lleva a comer a  una cantina italiana, fundada  por sorrentinos. Ahora la  lleva la tercera generación. Comemos rabas, albóndigas, suquet de marisco y una enorme copa de tiramisú que  compartimos los cuatro.



Por la tarde, nuestra amiga nos conduce hasta la Esquina Homero Manzi, un local creado  por  este  periodista, director  de cine, político y  autor  de milongas  tan  conocidos como Malena (Malena canta  el tangocomo ninguna/ Y en cada  verso  pone su corazón/ A yuyo del suburbio su voz perfuma/ Malena tiene pena  de bandoneón). Un lugar cargado de historia tanguera  en el que pasamos la tarde escuchando tangos,

viéndolos bailar y deleitándonos con cafés  aromáticos. Podríamos hacer más, pero estamos reventados. Y nos vamos a dormir temprano.





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