viernes, 29 de julio de 2022

PEQUEÑOS TESOROS EN LA CALLE DEL OBISPO

 


                             Mario Conde pensó que, en verdad, podía  considerarse un ser muy afortunado: le                                       faltaban miles de cosas, le habían robado cientos, lo habían engañado y manipulado,                                  el mundo entero se hacía mierda, pero todavía él poseía cuatro tesoros que, en su mag                                nífica conjunción, podía considerar los mejores premios de la vida. Porque tenía bue-                                  nos libros para leer; tenía un perro loco e hijo de puta del cual cuidar; tenía  unos                                    amigos a quienes joder, abrazar, con quienes se podía emborrachar y soltarse a recor                                  dar otros tiempos que, en la benéfica distancia parecían mejores; y tenía una mujer a la                              que amaba y, si no se equivocaba demasiado, lo amaba a  él. Gozaba de todo aquello                                  - y ahora hasta de dinero-, en un país donde mucha gente apenas  tenía nada o iba per                                diendo lo poco que le quedaba: porque demasiadas personas con las que cada día se                                  topaba en sus afanes callejeros y le vendían sus libros con la esperanza de salvar sus                                  estómagos, ya habían perdido hasta los mismísimos sueños.


                                                                                        Herejes                                                                                                                                                  Leonardo  Padura 


En la calle del Obispo hay tres librerías de viejo, que se alimentan de aquello que menciona Padura en la estrofa que les acabo de citar. Mario Conde ya no es policía y se dedica junto a un joven llamado Yoyi a localizar bibliotecas y ejemplares para venderlos por encargo.

Ayer andaba yo por esta calle, siempre llena de gente, de colas ante las tiendas, de vendedores ambulantes de fruta, cuando me crucé con Irela Rojas y su  hija de ocho años, Carla del Rosario. Yo, para variar, pensaba en las musarañas y dialogaba con la que siempre va conmigo. Fue ella quien me vio. 

Me  contó que su hijo, estudiante de ebanistería, se había herido con el clavo de una tabla y lo habían tenido que intervenir de urgencia. La caja de paracetamol que le regalé le había resultado proverbial. Me despedí de ella prometiéndole que hoy le llevaría al Museo de Arqueología donde trabaja, una caja de Nolotil para el joven.

Se ha emocionado cuando ha visto que junto a la medicación le aportaba un kilo de leche en polvo. El lunes tiene fiesta y me ha invitado a su casa.

He vuelto al edificio Sloppy Joe's por la calle del Obispo y me he detenido en la librería Victoria. He preguntado por el libro de Frei Betto Fidel y la religión. Si, lo tenían, me ha contestado un hombre de  pelo  liso y oscuro y tez muy blanca. También he conseguido el libro de Ignacio Ramonet, el mítico director de Le monde diplomatique, Cien horas con Fidel. Leer y observar para entender.

Mis ojos han recalado en la portada de Camilo, señor de la vanguardia de William Gálvez. Una interesante biografía de Camilo Cienfuegos. Sólo se hizo una edición, me ha comentado el hombre. Lo he comprado. También El siglo de las luces de Carpentier, que leí hace más de treinta años y varios de Padura.

Al llegar a casa, cuál ha sido mi sorpresa al contemplar la dedicatoria escrita de puño y letra por el autor y dirigida a querido amigo y hermano García Márquez. 



¡Madre mía! Un libro dedicado al premio Nobel por este autor. ¿De dónde habrá salido?¿Quién lo tenía antes de que llegara a manos del librero de Victoria?¿El propio García Márquez? ¿Quedó olvidado en la casa que habitó el querido autor de Cien años de soledad, aquí en La Habana? ¿Lo vendió algún mucamo desalmado a espaldas de su viuda, Mercedes?

Otra vez mi mente se ha ido a buscar las musarañas...  


                                             

No hay comentarios:

Publicar un comentario