El lánguido invierno tropical iba y venía, incluso en el plazo de un mismo día, y era difícil saber en qué tiempo se vivía: Un invierno de mierda, se dijo, y observó toda la toda la calle Paseo, oscurecida por sus arboledas, barrida por un viento marino que arrastraba papeles y hojas muertas. Nadie se atre vía a ocupar los bancos del pasaje central de la avenida que al Conde le pare cia la más hermosa de La Habana. Pasado perfecto Leonardo Padura
A las siete de la mañana me he ido a correr por el Malecón. Manuel se ha rajado. He enfilado por la avenid Paseo del Prado, como escribe Padura, una de las más hermosas de La Habana, custodiada por cuatro leones de bronce, en su inicio y al desembocar en la bahía.
Sentado en un banco, un hombre de mediana edad se masturbaba con todo el cipote al aire. Han pasado tres mujeres: Abuela, hija y nieta. Ésta llevaba una botella de Havana Club vacía, pero era la mayor la que más efectos colaterales presentaba. Para los cubanos, el ron es como el agua. Sin distinción de edad, ni género.
Más adelante, unos jóvenes practicaban malabarismos, Dos eran auténticos maestros y enseñaban al más joven que achacaba sus fallos a la ingesta de la bebida nacional. Varias personas se dirigían a sus trabajos. Las guaguas pasaban prácticamente vacías. Cerca de la bahía está el hotel Packard de la cadena Iberostar, en la que se alojaron los reyes de España durante su visita. A Miguel Ángel lo trasladaron para ocuparse de los ágapes. Tiene en el salón de su casa una foto con la reina Letizia, otra con el matrimonio Díaz-Canel y la tercera es con Frei Betto, que también me lo he perdido. Uno de los teólogos de la liberación, autor de sesenta libros, entre ellos Fidel y la religión, asesor del presidente Lula y actualmente asesor del gobierno cubano. Estuvo apenas veinte minutos en el estudio de grabación de los programas de Miguel Ángel y no dio tiempo a que fuéramos.
Junto al Malecón unos jóvenes pescan. Viro a la izquierda, a mi derecha la embajada de España, que parece un gran pastel de bodas, la estatua de Martí. Me cruzo con otras corredoras. Un pescador lleva jureles asidos a un alambre.
Le digo a Miguel Angel que como caiga el sistema político va a tener que salir por pies. Él me contesta que en primer lugar es empleado de la cadena Iberostar y en segundo lugar, quién va a querer una isla que solo vive del turismo. Pero con una gran posición estratégica, le contesto. En Guantánamo siguen los americanos en su base militar.
Los cubanos están instruidos, quien no tiene una licenciatura, tiene dos. Sus médicos trabajan en todo el mundo. Han sacado cuatro vacunas contra el Covid y el 98% de la población está vacunada con tres dosis. A pesar de sus precariedades, veinticinco mil niños con secuelas del accidente nuclear de Chernobil fueron tratados en la isla. La intervención militar cubana de los años setenta y ochenta en Angola, no fue una ingerencia tradicional en pos de intereses mercenarios, pillaje y beneficios materiales, sino el único ejemplo conocido de una nación que envía más de trescientos mil hombres a combatir por la libertad de otro pueblo en otro continente. Derrotado el apartheid sudafricano y así apuntalada la emancipación del Cono Sur de África, los cubanos regresaron a su isla con las manos vacías. De Angola solo se llevaron los restos de sus más de dos mil compatriotas caídos en combate.
En La Habana, amanece por la derecha del malecón y se pone el sol a la izquierda. Así que el malecón tiene espectáculo a primera hora y a la útima, justo antes de que a las nueve suene el cañonazo desde la fortaleza.
No hace calor y sopla una suave brisa, me he cruzado con algún jinetero que me ofrece un taxi, tabacos, cambiar euros. Una chica practica yoga. Una pareja de españoles. Las barquitas de pesca. Y al cruzar la plaza Vieja, una tremenda cola con cartillas de racionamiento.
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