Lo primero que te sorprende al salir del aeropuerto es
el bofetón tropical que te da en el rostro el calor y la humedad de Cuba. Ríete
tu del clima de la Marjal. Y eso que ya son cerca de las siete de la tarde. Un
cura de larga sotana y ojos verdes que rondará los cuarenta y cinco se apercibe
de que no podemos llamar por teléfono y nos ofrece el suyo. Ya estamos en La Habana. Lo demás será
coser y cantar.
A las siete de
la mañana toda la ciudad se ha
echado a la calle aprovechando el fresco. Más tarde, a partir de las once, el
calor te aplatana, te impide avanzar el día, así que desde pronto hay que
aprovechar.
Después de desayunar en el buffet del Parque Central,
con la compañía de Miguel Ángel Jiménez,
nos vamos por el paseo de Prado hacia el malecón. A esas horas no hay nadie. Un
hombre pesca sin llevarse nada. Dice que
demasiado petróleo en las aguas.
Otro nos saluda y nos cuenta que su padre era de Bilbao y emigró a Cuba en los
cincuenta. Se casó con una cubana y aquí está él que ya tiene nietos. Les damos
bocadillos españoles. Nos dice el medio gallego que para sus nietos a la salida del colegio.
Porque aquí este curso, las clases no
terminan hasta el veintidós de julio. Hay que
recuperar la pandemia.
Nos aconseja
que vayamos a las familias de las cooperativas de tabaco. Durante veinticuatro horas al mes
tienen derecho a vender puros, cajas a mitad de
precio para comprar materiales
conque reparar sus casas.
Nos despide en la esquina del Hotel Prado y sigue
su camino. Por esa calle, tres esquinas
y a la derecha. Nos encontramos con un tal Freddy que lleva una camiseta
del Barça. Dice que nos vió ayer en el Hotel, que somos familia del Chef
Farándula. Nos acompaña. Compramos una
caja de Montecristo por ochenta y cinco euros. No sé para qué, nadie de mi
alrededor fuma puros, al menos podrán comprar materiales. Les damos bocadillos.
A Freddy también que se despide de
nosotros, ciruela en mano y se va
a ver a su madre.
Salimos al malecón. Están cambiando las farolas y yo
meto el pie en un socavón. Creo que me he
roto la rodilla. Me sangra. El dolor es terrible. Pero consigo seguir
andando. Lo peor vendrá por la tarde.
Estamos en Habana Vieja. Me pasaré la tarde
con mucho dolor y durmiendo por los calmantes. ¡A quién se le ocurre fiarse de desconocidos!, ¡Te han
timado!No hay ningún Freddy que trabaje en el hotel a no ser que sea negro
azulón. Te voy a quitar todo el dinero que llevas y te lo guardo yo. ¡Ingenua!
Ya verás cómo en España los puros no te
huelen a chocolate y miel, me espeta Miguel Angel.
Al día siguiente, volvemos a desayunar en el buffet
del Parque Central. Los camareros llevan mascarilla, pero yo juraría que
ese de la entrada es Freddy, me ha saludado de una forma
familiar. Pero Miguel Ángel insiste en que no …
Tres horas y media intentando abrir mi watshap en el
ordenador. Óscar Aguilar, licenciado en Relaciones Internacionales y a punto de
hacerlo en Derecho es un crack. Ha
conseguido abrirlo, pero apenas tengo
contactos así. Le envío un audio a Helena y milagrosamente el audio revota a noventa y dos personas que
empiezan a contestarme y a incorporarse al watshap del ordenador. De poner en marcha
mi nuevo iPhone ni hablar. El bloqueo americano.
Si quieren recibir mi blog, por favor, envíen mensajes
a mi watshap. Poco a poco lo conseguiremos.
Son cerca de las once y media cuando nos dirigimos a
la calle del Obispo, una de las más
concurridas de Habana Vieja, llena de locales comerciales. Hay colas, pacientes
colas que resisten a la escasez y al calor. Nada que ver con las postpandémicas que podían
alcanzar las mil personas.
Damos una vuelta por la plaza de Armas, la plaza
Vieja. Nos fotografiamos junto a la
escultura de Antonio Gades, sentada en un banco, cuyas cenizas reposan junto a las
de Fidel Castro.
Recuerdo mi primera visita. Con Joan Roig, mi amigo
del alma. Lo echo de menos. Debería estar aquí, pero cuida de
su salud en su casa de Alcossebre.
Vamos al agro, el mercado de frutas y verduras. Los vendedores parecen
adormilados por el calor, salvo dos jóvenes que cantan y bailan al son de la música. Nunca había visto unas papayas tan grandes, ni unos aguacates como melones.
Compramos. Olvido mi móvil en una parada. Pero mi ángel de la guarda anda muy despierto, afortunadamente.
Salimos del agro. Cruzamos por Obispo, siguen las
colas, el calor. Dicen que se está preparando otra vez una buena …
Tu si que sabes 💐
ResponderEliminarExcelente 👍
ResponderEliminarEspere que estigues bé del genoll ...que disfrutes de lo viscut🌏
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