Ahora sí me quedé solo. El aire a mi alrededor se aligeró. Me costaba trabajo aceptar la soledad. Me costaba aprender a autoabastecerme. Yo seguía creyendo que era imposible. O que era inhumano. "El hombre es un ser social", me habían repetido muchas veces. Eso, más el calor del trópico, la san- gre latina, mi mestizaje fabuloso, todo conspiraba alrededor. Ese era mi problema, y mi reto: apren- der a vivir y a disfrutar dentro de mi.
Solitario resistiendo Trilogía sucia de La Habana Pedro Juan Gutiérrez
Yo no sé si Huberto Bernárdez ha resuelto ya el problema de aprender a vivir y a disfrutar dentro de uno mismo, porque mi amistad con él es incipiente y no llega a ese grado de intimidad.
Huberto en realidad se llama Humberto y vende libros de segunda mano en el patio de la Oficina del Historiador, en Habana Vieja. Como hay otro vendedor con el mismo nombre, a él los compañeros le quitaron una m al suyo y asunto resuelto.
En realidad, no les he contado qué hago principalmente en La Habana. Yo les envío postales y, mientras tanto, me dedico a buscar como una posesa libros de Padura, de Alejo Carpentier, de Virgilio Piñeira, de Pedro Juan Gutiérrez, de Daniel Chavarría, de Lezama Lima, cuando lo prudente sería tomar mojitos y limonadas ante la intensa evaporación que produce en nuestros cuerpos el calor tropical.
A estos autores, alguno ya los había leído, otros los he descubierto aquí, en vivo y en directo. Pedro Juan Gutiérrez llegó hasta mí por la película El rey de La Habana, basada en su novela homónima. A Huberto lo conocí por casualidad. No es un vendedor inerte de libros. Más bien de libros raros y curiosos como anuncia su tarjeta que esta mañana me entregó.y para encontrarlos hay que moverse mucho.
Huberto es informático de formación y empezó a vender libros hace veinticinco años. Al principio compaginaba las dos actividades hasta que se decidió por la segunda, crematísticamente más interesante. El resto de vendedores son ingenieros, un arquitecto y varios doctores, tal como me expica Huberto. En Cuba, la pirámide social está invertida. Hay personas muy preparadas y formadas que están realizando trabajos manuales. No es raro encontrar médicos que cuando acaba su jornada en el hospital, se dedican a pasear turistas en su coche y a hacerles de guía. O ingenieros trabajando como pinches de cocina porque en eswtos lugares ganan más y además pueden resolver, es decir, llevarse comida a casa o buenas propinas.
Me ha conseguido rarezas. Un libro de Padura editado en Puerto Rico porque aquí no lo permitieron y que no existe en España. Los cuentos completos de Virgilio Piñeira, aquel autor que en el I Congreso de Intelectuales y Escritores de la Revolución, tras el discurso del comandante se atrevió a decir: Tengo miedo, mucho miedo y pasó al ostracismo. En sus últimos diez años de vida, no volvió a ver editado un libro suyo, ni una obra de teatro representada, ni un estudio sobre su obra publicado en ninguna provincia cubana. Huberto me regala una biografía de Virgilio Piñeira escrita por Carlos Espinosa y publicada con motivo del centenario del nacimiento de este autor. Todo lo que sube, baja.
Me quedaría horas hablando con Huberto, que me ha prometido para el viernes un libro que analiza el período especial en Cuba, aquel que comenzó en 1990, tras el derrumbe de la Unión Soviética; pero hoy precisamente tengo muchas cosas que hacer. Enric Beltrán me envía un watshap y me pregunta por la obra de Enrique Moret, el último escultor español exiliado, nacido en Sueca y fallecido en La Habana y que apoyó la Revolución y ocupó importantes cargos en el mundo institucional artístico. Y va y resulta que he pasado por delante de sus obras habaneras sin conocer la vida del artista.
Disculpen ustedes también. Nos encontramos en la próxima entrada.
Salve y ustedes lo pasen bien.
Caramba...que intelectual eres!!!
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