Hemingway tenía una gran cultura etílica. Nunca había oído una forma tan elegante de llamar a alguien borracho. Así comienza nuestra visita a Finca Vigía, la casa de Ernest Hemingway en San Francisco de Paúl, a 15 km. de La Habana. El eufemismo es de la guía que nos acompaña esta mañana para enseñarnos el lugar en el que habitó el Premio Nobel, enamorado de la Gran Antilla.
Hemingway llegó por primera vez a Cuba en 1928, en el vapor Orita, procedente de La Rochelle, Francia. Apenas estuvo unas horas que aprovechó para pasear por Habana Vieja. El olor a salitre y ron le marcaron el camino de regreso a la isla. Decidió volver y así lo hizo. Sus crónicas sobre la pesca de la aguja, la Corriente del Golfo y muchas más prueban sus constantes viajes a la isla, donde después de saciar la sed en los bares costeños, partía en el Anita, de su amigo Joe Rusell, hacia el Estrecho de Florida, para arribar a su casa de Key West con un buen cargamento de licores de contrabando.
Se establece en La Habana en 1936 durante una larga temporada. En la tranquilidad del hotel Ambos Mundos, escribe y lee. El hotel, ubicado en la calle del Obispo, conserva su habitación que se puede visitar, aunque hasta el mes de diciembre permanece cerrado por reformas.
Al inicio de la misma calle se encuentra el Bar-Restaurante El Floridita donde bebía sus tragos, leía la prensa y charlaba con los amigos. Amó El Floridita y éste le correspondió su amor con dos acciones inolvidables: el daiquiri, trago a base de ron, limón y hielo molido; y un busto en bronce develado en vida. Parco y vital, el inolvidable autor de Por quién doblan las campanas, dijo: Es demasiado honor.
Aunque no existe registro gráfico, solo una frase conservada en el respaldo del bar de La Bodeguita del Medio, ésta le ofreció sus mojitos, a base de ron y limón con yerbabuena y trozos de hielo.
En esta segunda estancia la relación entre Hemingway y La Habana se consolidó y decidió su estancia permanente junto con su barco de pesca: Pilar.
Es Martha Gellhorn, su tercera esposa, quien encuentra Finca Vigía. Papa Hemingway queda prendado del lugar. El primer año la alquila y después la compra por dieciocho mil quinientos dólares de la época. Ha decidido instalarse definitivamente en Cuba.
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