Leiden es una ciudad de ciento veintiún mil habitantes. Limpia, ordenada y tranquila en la que hay más bicicletas que personas. Apenas transita algún coche, quizás por eso, el silencio forma parte del paisaje. Está recorrida por ochenta y ocho puentes sobre sus canales y situada en la provincia de Holanda Meridional. Los Países Bajos son conocidos en todo el mundo como Holanda, debido a sus marineros y navegantes que procedían de las dos provincias llamadas así: Holanda del Norte y Holanda del Sur. Cuando les preguntaban cuál era su origen ellos respondían con el nombre de su provincia. Pero eso es como si a España la llamaran en el resto del mundo Andalucía.
La sociedad neerlandesa es muy tolerante en general. Temas como las drogas, la homosexualidad y el medio ambiente hace años que dejaron de ser titulares en este país para pasar a formar parte de la cotidianeidad. Además, educados en el calvinismo protestante, son austeros. He dicho al principio que en Leiden, y en general en los Países Bajos, hay más bicicletas que personas, si se van fijando en las fotos que publicaré, entenderán por qué.
Este Estado, de diecisiete millones de habitantes, con solo un tres por cien de paro, le ha ganado mucho terreno al mar, a través de todo un sistema de diques y canales. La última provincia fue Flevoland, declarada como tal en 1986, arrancada al océano a lo largo del siglo XX.
Los neerlandeses son gente tranquila que ama su país, conocido en el mundo entero por los quesos, la mantequilla y, cómo no, los tulipanes. Sin embargo, los tulipanes son originarios del Imperio Otomano y los sultanes se adornaban con ellos. Diana Cerdá me contó el caso y yo lo he buscado en Internet. El primer crash económico de la historia y el primer mercado de futuros tuvieron su origen en los bulbos de tulipán y paso a relatarlo porque merece la pena.
A principios del siglo XVII las flores se convirtieron en símbolo de ostentación y riqueza en centro Europa y entre ellas, el tulipán.
Carolus Clusius, que había trabajado en los jardines imperiales de Viena, fue contratado como profesor de Botánica por la Universidad de Lieden, la más antigua de los Países Bajos. Hasta allí se llevó una colección de bulbos de tulipanes que crearon un gran interés y entusiasmo.
Este exotismo por los tulipanes desembocó en una locura compradora que duró varios años. Mientras que el sueldo medio de un trabajador era de 150 florines al año, por un bulbo de tulipán se empezaron a pagar 1000 florines. Es decir, un neerlandés medio debía trabajar diez años para adquirir un bulbo de tulipán exótico. Una tonelada de mantequilla valía 100 florines. La locura compradora de tulipanes había comenzado y llegó a provocar la primera gran crisis financiera de la historia.
Hubo gente que se dejó su trabajo para dedicarse al cultivo de los tulipanes. Se trataba de una euforia productora y compradora, provocando que los precios de los tulipanes aumentasen exponencialmente. Todo el mundo quería invertir en tulipanes, era un mercado en alza. Nadie podía perder.
Para caso anecdótico el que les cuento: un bulbo de Augustus semper se llegó a intercambiar por una lujosa mansión en el centro de Amsterdam. Otro bulbo de esta misma especie llegó a costar 6000 florines. En aquella época se publicaron cientos de catálogos de tulipanes. Se dejaron de sembrar muchos otros cultivos para plantar los dichosos tulipanes.
La locura desatada por los tulipanes hizo que su mercado entrara en la bolsa de valores. Nadie se deba cuenta de que estos precios desorbitados iban a provocar una gran crisis.
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