Pablo Hernández, nuestro abogado, nos contó que, después del confinamiento, las demandas de divorcio se han disparado. Los jueces les dicen que se tranquilicen, que se lo piensen detenidamente antes de dar el paso. Pero hay mucha gente que erre que erre. Una cosa es compartir unas horas al día, a la semana, un mes de vacaciones juntos y cada uno a su rutina. Y otras más pesada quedarse tres meses confinados con la pareja, a veces en un espacio de pocos metros cuadrados. Los resortes crujen y los cimientos de la relación se vienen abajo. Y si no que se lo pregunten a mi amiga Gaia de Filippo, que pasó el confinamiento con su pareja en un pisito de Milán, con la perrita. La relación se quebró después de dieciséis años.
Sin embargo, también existe el caso opuesto. Los que han utilizado el enclaustramiento para darse cuenta de lo fuerte que es su unión. Como mi amigo Vicent Seguer, que después de catorce años r y tres meses encerrados con un solo juguete, ha decidido firmar los papeles con su pareja.
En La Matandeta, hemos tenido de esto último. Lo hemos asumido y los contrayentes lo han disfrutado.
Hoy no tengo más ganas de escribir. A las fotos me remito. Otro día les cuento la visita de nuestra amiga Carina.
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