Han vuelto los flamencos a la Marjal, lo cual, en realidad, aunque atrae a muchas personas hasta el lluent y los arrozales, no es una buena noticia. Significa que las aguas de este parque natural se están salinizando. Los flamencos gustan de las marismas y de comer cangrejos, de ahí su color rosado. Aquí no darán a basto con tanto cangrejo americano.
Los flamencos saben de filología, diría mi amigo Paco Baixauli, porque han vuelto a El Saler y El Saladar de Silla.
Es domingo por la mañana y grabo un vídeo de esta aves. Se lo paso a mis amigos y el mismo Paco me contesta que ni en el lago Tanganika se ven mejor, que no tenemos ni idea de dónde vivimos. ¡Estás en el paraiso! espeta el amigo Paco Tortosa desde el suyo propio en Carcaixent, Villa Antonieta.
Sí, podría ser el paraíso, pero ... Tendría que funcionar bien la fotovoltaica y no dar tantos problemas. No deberían haber suprimido los repetidores de la empresa que nos suministra Internet. Ahora no puedo trabajar en casa. Como diría mi padre, aquí los intrusos somos nosotros y no las garzas, ni los ibis, ni los mosquitos en verano. Quienes deben adaptarse al medio somos los humanos.
El paraíso siempre es para el que viene de visita, para el que recorre una hermosa ciudad y se empapa de sus mitos, no para el que la habita y padece.
Pero quédate siempre con lo bueno, apostilló en otro momento mi amiga Diana Cerdá. Sí, la cantidad de gente interesante que he encontrado sin salir de casa. Ellos y sus historias. Entre el restaurante y los institutos, a veces pienso que, en realidad mi verdadero oficio es conocer personas.
Es domingo y hay fiesta sorpresa en La Matandeta. Tania Gálvez, hermana de mi hija, la ha preparado para su amiga del alma Raquel. Se conocen desde bien pequeñas. A mi también me gusta preparar fiestas sorpresa, mucho más que recibirlas. La primera fue cuando mi padre cumplió sesenta años. Eso sí que no se lo esperaba. La última me la dieron a mí un tres de octubre y mejor que se la hubieran ahorrado. Corramos un tupido velo.
Raquel ha organizado su celebración en otro restaurante, pero la van a traer a ver los flamencos. Desconvocaron aquella fiesta y están todos aquí. A partir de los cuarenta, se imponen las fiestas sorpresa para que ese momento agridulce de pasar calendarios no lo sea tanto. Una muestra de amor, de afecto, de homenaje o de reconocimiento.
Hace poco, Helena me preguntó cómo quería que fuera mi funeral. Pues, la verdad, es que me da exactamente igual. Como si no lo hay. No pienso enterarme de nada. No entiendo a la gente que es incapaz de prepararle a nadie una fiesta sorpresa y se molesta hasta en elegir la música que tiene que sonar en su sepelio. Como si una vez nos hayamos fundido con la inmensidad nos fuéramos a enterar de algo. Los homenajes en vida, es decir, cuando estemos vivitos y coleando.
Así me gusta, fiesta sorpresa , y a ver los flamencos ¡¡¡¡
ResponderEliminarQué crónica tan amena y colorida: Flamencos, Fiesta sorpresa, Sepelio. En fin como se dice en la terreta :"De tot un poc. No dejes de escribir me encantan tus historias. Suerte.
ResponderEliminarNo dejes de escribir me encanta tu literatura, tus historias, además me voy a La imaginación 🌹
ResponderEliminarQue bonito Maria Dolores me encanta como te expresas, le das un toque muy especial!
ResponderEliminarTengo que decir que soy la hermana de la cumpleañera , pasamos un dia genial, todo súper bien organizado, buena comida, buena gente y un entorno espectacular.
A mi también me gusta sorprender y desde luego que haberlo hecho en la matandeta, con los musicos, el taller de paellas y las ganas de pasarlo bien hizo que fuera un dia muy especial que seguro q mi hermana Raquel no va a olvidar.
Gracias y hasta la próxima!!