Apenas faltaban unos días para la inauguración de La Matandeta. Una tarde de finales de septiembre llegó un hombre hasta aquí y preguntó por el dueño. Yo soy la dueña contesté toda circunspecta desde mis zapatos de tacón y mis treinta años.
Vengo a por el pedido del agua de Vichy, siguió el hombre, una vez identificada la joven que tenía delante. ¿Cuántas botellas lleva una caja? indagué muy seria. Doce, contestó. Pues envíenos una.
¿De litro? No, por Dios, de las pequeñas. El encargado del pedido del agua con gas me miró de arriba abajo. ¿Puedo hacerle una pregunta? Este es el primer restaurante que tiene, ¿verdad? ¿Por qué? Añadí yo asombrada.
Por nada. Y se marchó.
Una caja, no. Decenas de cajas de agua de Vichy hicieron falta el primer mes de la apertura.
Cuando conté la anécdota a mi familia, mi padre con la sorna que lo caracterizaba corroboró: El hombre, al ver tan gran restaurante, debió de pensar que necesitaría un transatlántico para traer el pedido y con la bicicleta le bastó.
Mejor suerte tuvo el primer envío de poleo-menta. Hice tal encargo que duró un año. El representante de la marca no hacía más que regalarme bolígrafos y bloks de notas. Le había solucionado la papeleta comercial de varios meses, sin pretenderlo.
Se dice que hacen falta diez mil horas de trabajo para conseguir llegar a ser un experto. ¿Cuántos años? Diez, cinco... Depende de las horas que le dediques por semana. En aquellos años, La Matandeta fue a tiempo completo, sin vacaciones, ni fiestas, ni domingos de guardar. Y los lunes que cerrábamos, al CDT asistencia a cursos de cocina. El que algo quiere, algo le cuesta.
Vivimos en el país de los consejeros. Aquí todo el mundo quiere darte su opinión sobre lo que tú deberías hacer con tu vida, aunque ellos no tengan ni pajolera idea de qué hacer con la suya. "¿Sabes qué tendríais que hacer?" ha sido un sonsonete que me acompañó durante años. Y yo me mordía la lengua para no contestarles con esa frase de Voltaire que tanto le gusta a mi amigo Xavier Marí "No me den consejos, sé equivocarme solo".
A los lugares hay que crearles un relato. Una historia que los acompañe y atraiga a los forasteros. Catas de vino, noches de San Juan, Buida la Cambra, Marchas por la zona... Qué se yo.. Treinta y dos años dan para mucha imaginación.
El último acto de este relato fue el sábado. Helena Gálvez, mi hija, convocó un encuentro entre clientes y empresas de floristería, de reciclaje de ropa, de disjockey, de fotógrafos. Un motivo más para acudir a La Matandeta, ahora que los flamencos están a punto de seguir su viaje.
¡Celébrenlo! Queda mucho por vivir. Esperemos...
Siiii, un motivo más para ir a este bello lugar la MATANDETA..Felicidades a Helena por tan excelente encuentro.. 🌹🌹🌸🌸
ResponderEliminarHola Maria Dolores, me gustan tus escritos, tu experiencia es grande, escribes con un detalle perfecto, eres cronista con diploma de honor. Y no te estoy adulando por el mero hecho de quedar bien, te digo lo que pienso. Desde aqui te envio un fuerte abrazo para ti y dale un cordial saludo a tu Hija Helena de mi parte, el ultimo dia que estuve ahi, se porto muy bien conmigo en la comidda. Hasta siempre.
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