He vuelto a nadar. Lo pasé tan mal en año Nuevo en el viaje a Málaga con el ataque de lumbago, que he decidido ponerle remedio. Además, nadar es una actividad propicia para pensar. El lunes empecé mis largos reflexionando sobre lo que me contó el sábado mi amiga del alma, Carmen Minguet, con muchos años de trabajo en la enseñanza, sobre las nuevas instrucciones derivadas de la aplicación de la LOMLOE.
Está claro qué persigue la enésima ley de educación: acabar con el fracaso escolar. Esto estaría bien si el objetivo fuera incrementar el nivel formatuvo del alumnado, no engordar las cifras. Algunos compañeros han llegado a escuchar de boca de un alto cargo de educación que un panadero no tiene por qué saber escribir bien.
Voy por diez largos cuando viene a mi mente lo que contó el profesor Domingo Pujante, del Grado de Lenguas Modernas, sobre Nicolás Sarkozy, en 2006 candidato a la presidencia de la República Francesa. En una de sus intervenciones declaró que una cajera de supermercado no tenía por qué conocer La Princesa de Clèves, de Mme. de Lafayette, un clásico del siglo XVII que se sigue leyendo en todos los centros de enseñanza secundaria. Vamos, como nosotros con El Quijote.
Los franceses lo tomaron como una ofensa. Una cajera de supermercado no tiene LA OBLIGACIÓN, pero sí EL DERECHO de conocer esta gran obra de la literatura francesa. Se organizaron lecturas públicas en lugares emblemáticos como el Panteón. Se vendieron miles de ejemplares del libro y el cine lo versionó.
En 2008, el director francés Christophe Honoré lo adaptó en una ficción, pero hizo una trasposición a nuestro siglo XXI. En 2011, Regis Sauder llevó a la pantalla la obra en forma de película documental. Nous, princesses de CLèves, transcurre en el liceo Diderot de Marsella. Con ánimo militante, defendiendo la cultura contra las declaraciones de Sarkozy, la película enseña cómo un grupo de chicos y chicas adolescentes, de diferentes orígenes sociales y religiosos, se adueñan del texto y a través del mismo descubren ante la cámara sus propias inquietudes y sentimientos.
Si tuviera ocasión de hablar con José Manuel Francés, inspector jefe de la Dirección Territorial de Educación de Valencia, autor de la frase un panadero no tiene por qué saber escribir bien, le preguntaría si es inútil la lectura y el estudio de los clásicos porque mi opinión es que la cultura puede ponerse siempre al alcance de todos los medios sociales. Y le propondría que antes de seguir con sus reuniones adoctrinadoras sobre la LOMLOE viera la película francesa, en la que se nos muestra un buen retrato de una juventud desorientada, aislada en barrios desfavorecidos y totalmente extrapolable a la nuestra.
Nos piden que motivemos al alumnado y en ello estamos. Pero existe una motivación intrínseca que nosotros no les podemos ofrecer. Ha de nacer de ellos y para ese fín es necesario cruzar muchos factores. Y les voy a contar el caso de Alejandro Bonora, un joven que se ha quedado el horno de toda la vida de El Saler.
Yo no sé si Alejandro sabe escribir bien porque no le he visto ningún manuscrito, pero para conseguir lo que el ha conseguido en poco tiempo hay que tener una gran inquietud y motivación por el trabajo.
La mañana que dejo a Manuel en el IES de El Saler, antes de irme yo al de Albal, aparco el coche y no me resisto a entrar en este pequeño horno. Si hay rosquilletas de cúrcuma y nueces, cargo. Si no, Charo, la dependienta me dice que me avisará en cuanto las elabore Alex. Si no, me llevo un pan de calabaza, o de espelta o la llesca de Antonieta, que además ha ganado premios.
Alejandro Bonora es de Pinedo, estudió mecánica y trabajó unos años en un taller en el que no le hicieron contrato. La familia de su novia tenía un horno y allí empezó como repartidor, después en el turno de noche a preparar la masa y los panes, después jefe de partida, más tarde ...
Más tarde se acabó el amor y quedó la afición a la panadería. Alquiló el horno de El Saler y allí está dando rienda suelta a su imaginación. Busca en internet, investiga, Todos sus panes están elaborados con masa madre. No sé si Alejandro escribe bien, pero estoy segura de que conoce más de una obra de la literatura española en la que el autor habla de hogazas, de toma pan y moja y de que el olor del pan recién hecho con su crujiente corteza y su miga esponjosa puede hacer cambiar de opinión al más pintado de los inspectores de educación. Con permiso de la LOMLOE.
Los flamencos siguen por aquí. Todavía están a tiempo de verlos...
Molt bo Maria Dolors. Per el pà de Alejandro
ResponderEliminarTengo que ir como sea a conocerlo y probarlo. Ya es hora que se trabaje CALIDAD, Y más el pan y No basura insalubre de panes que la gente compra sin responsabilidad, en cualquier Lugar. FELICIDADES!!
EliminarLos flamencos una maravilla.Ka proxima vez parada en el forn del Saler!
ResponderEliminarComo siempre, un placer leerte.Gracias
ResponderEliminarLucia
Así es ,siempre que la Leo, y ya hacia bastante, Rebosa, Cultura, formación, y Naturalidad, sencillez
EliminarLa educación, pública o privada, no debe ser conducida por las riendas de la política o su madre, la ideología. Es un ámbito de la sociedad tan transversal y determinante, que tiene un efecto derrame multigeneracional irreversible. Por lo tanto, debe ser fomentada, mimada y perfeccionada por los gobernantes y sus burócratas; no limitada por intereses partidistas o de otra naturaleza.
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