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Tengo una teorìa acerca de la amistad. Por cada una de las etapas de nuestra vida que tengamos que atraversar hay que dejar al menos un amigo.
Rose Prenderville es mi amiga Erasmus. Nos conocimos en la Universidad Aix-Marseille dentro de dos meses hará diez años. La cosa no tendría más mérito si no fuera porque yo rondaba los cincuenta y tres y ella los cincuenta y nueve. Eramos deux étudiants agées.
Recuerdo la tarde de octubre que me la crucé por la Facultad de Letras arrastrando una pequeña maleta. Una profesora recién llegada, pensé.
Al día siguiente, en la clase de aquella joven gaditana, la tenía sentada detrás de mí hablándome de usted y preguntándome en un perfecto español, si podía sentarse a mi lado.
Rose había viajado a Aix-en-Provence con dos compañeras más de estudios, June y Liz, que no se llevaban muy bien y con las que yo no coincidía en clases. Algunos fines de semana quedábamos y nos íbamos de excursión. El programa Erasmus es una de las mejores cosas que la Unión Europea ha creado para sus ciudadanos.
Un año después, nos graduamos. Rose me escribió y me contó que se había separado de Bill, su marido después de más de treeinta años de matrimonio y cuatro hijos.
Hace seis años pasó unos días del mes de agosto con nosotros en Fontanars dels Alforins.Al amanecer, dábamos largos paseos por el campo y Rose todavía lloraba cuando me hablaba de su traumática separación. Claro que yo no me imaginaba la que se me avecinaba a mí.
Nuestros paseos solían terminar en la gasolinera de las hermanas Gandía, Virtudes y Rosario, con un café de máquina y más conversación.
Si, la vida siempre pone en tu camino personas que se convierten en amigos, te escuchan, comprenden y comparten sus vivencias. Y aunque tardemos en volver a verlos, sabemos que ahí están.
ResponderEliminarDisfruta de estos días de lluvia y fresquito que aquí estamos en plena ola de calor.
Dos ilustradas, e ilustres mujeres, Pinky y Rose.
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