Voy a jugar. Cierro los ojos y al abrirlos me encuentro en un espacio diáfano, lleno de luz y pinturas. Predominan los colores vivos, los astros, las órbitas estelares. Doy una vuelta sobre mí misma, como si yo fuera también un planeta del sistema solar y me encuentro con un rostro anguloso, una melena blanca, brillante, unos ojos verdes y una sonrisa cálida que me acoge.
Como sigo jugando, creo que me encuentro en un apartamento del Upper West Side neoyorkino. Si me asomo a la ventana me deslumbrará el verde de Central Park y más a lo lejos, la luz brillante del atardecer sobre el río Hudson.
Sigo con mi juego. Esta mujer, que me ha recibido hace unos minutos en su apartamento y aparenta fragilidad, es una pintora, criada en un ambiente intelectual de gente predispuesta al arte y a los asuntos trascendentales.
Nada más lejos de la realidad. Estoy en Sedaví y sí, la casa es el hogar de la artista Pilar Bressó.
Pilar y yo somos dos chicas bien de este pueblo de L'Horta Sud. Hace muchos años que a las dos nos inculcaron que las chicas bien y buenas van al cielo. Pero ambas descubrimos que las malas pueden ir a todas partes. Y las dos optamos por lo segundo.
Pilar Bressó, hija de empresarios, se formó en el colegio Madre Sacramento, de Torrent. Allí las monjas les inculcaron esa pátina de buenos modales. Pilar estudió Económicas y se casó con su novio de juventud. A los dos años de haber formalizado el matrimonio, su marido le sugirió que había llegado el momento de tener hijos y nuestra artista se preguntó si eso era lo que realmente quería en la vida. Celebrar los cumpleaños familiares, tener una parejita, arreglar la casa para Navidad y darle vuelta al calendario. Toda la vida así.
Y se dijo que no.
Trabajaba en CEMEX y su enpresa desplazaba su departamento a Madrid. Una crisis también es una oportunidad. Allí, en la gran ciudad, se produjo la anomia. Ya no era la mujer de, la hija de, la prima de ... Sencillamente, ya no era nadie. Y el anonimato es sinónimo de libertad.
En Madrid, emocionalmente tuvo que empezar de cero. Se descubrió y descubrió su inclinación por el arte. Durante unas vacaciones en septiembre del 2000 se marchó a Nueva York nueve días para inspirarse. El Moma, el Met, las salas de exposciones ... Volvió y se puso a pintar sin tregua para una exposición colectiva, ese mismo diciembre, en la Galería Madrid 2000. Llevó nueve cuadros con el título de Pilares. Cada cuadro era una estructura que tenía que ver con una parte de ella. Mientras, seguía trabajando en la multinacional mexicana, inició ese mes de octubre los estudios en la Facultad de Bellas Artes. Se marchó a vivir a El Escorial. Allí las estrellas y los astros se perciben mejor y Pilar desarrolló su segunda inclinación. El mundo de la astrología.
Se instaló en Altea para cursar tercero. Pidió la beca Erasmus y Cleveland, en el nordeste de Inglaterra fue el destino. Después una beca escocesa la ubicó en Edimburgo durante un año.
Dejó CEMEX para vivir de su arte. Un amor la introdujo en el mundo de los mercadillos y las ferias. El año de la crisis inmobiliaria consiguió vivir de su pintura. Se enamoró de un capitán de la marina mercante y pensó en instalarse en Grecia. Hace quince años volvió a Sedaví. Construyó esta casa en un solar heredado. Una casa en la que se respira silencio y paz y a la que llegan personas de todo el mundo porque la tiene en AirB&B.
Siempre que viene a comer conmigo me trae un regalo. Hoy ha sido mi carta astral. Cuando los planetas se alinean, comienza una nueva etapa en nuestras vidas. Yo estoy en ello.
Gracias, Pilar.
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