El fin último del viaje no es un destino geográfico. No hay más viaje que el interior, lo demás es desplazarse. Yo soy el destino inaccesible de este viaje. Cada uno de mis pasos me descubre y me oculta a la vez
La conquista de Polonia Paul Jimenes
Encuentro esta definición del viaje en el libro que estoy leyendo. La historia de un joven diletante que ha roto con su novia durante el mes de julio parisino y decide viajar a Polonia a través del vodka. No me gusta mucho el libro, pero me quedo con la definición. Yo también viajo esta Semana Santa hacia mi interior.
Me ha despertado la herida del pie. Los puntos me tiraban. He visto amanecer entre niebla. A esa hora, solo me acompañan los pájaros y los primeros ciclistas que veo desde mi balcón. No se me pasa el dolor, es caliente y picante como una guindilla. Así que repaso mentalmente mi jornada de ayer y mi viaje interior. La estancia, el espacio de ese viaje lo encuentro cálido y sereno. Cuánto cuesta estar a gusto con uno mismo.
Ayer fuimos al cuartel de la guardia civil de Alfafar a poner una denuncia. Me han hackeado la tarjeta de crédito. No es la primera vez, pero como esta vez se han pasado, nos la ha pedido el banco para devolverme el dinero.
Nos atiende un joven guardia que debe andar por los cuarenta años. Hace días que Helena y yo le rondamos a la cabeza con el futuro de Manuel. ¿Y si se convierte en guardia civil, policía, monitor de niños? Después Manuel se dedicará en la vida a lo que le dé la gana y pasará de nosotras. Como hemos hecho todo el mundo.
¿Los guardia civiles eligen su destino? Me pregunta Helena. ¿Qué quieres, tenerlo cerca de casa? Le respondo. Ya tendrás suerte si se queda en España. Si te gusta la nuera que te toque, bien. Si no, te aguantas porque en una elección, llevas las de perder. Mi hija sonríe ante mi ocurrencia. Y como soy curiosa, le pregunto al guardia: ¿Usted eligió su plaza o lo destinaron aquí?
Llevaba muchos años en Ribarroja, mi pueblo. Al final conocía a todos, buenos y delincuentes. ¿Y eso? Me animo a preguntar. Había algún destrozo, algún robo y yo ya sabía por las características del hecho, quién lo había cometido. Le llamaba por teléfono y le daba a elegir. O voy y te pongo los grilletes y te paseo por la calle principal con las ventanillas del coche bajadas para que te vean todos los vecinos; o bien, te presentas tú en el cuartel. Tranquilo, jefe. Me ducho y voy para allá.
Pero, mejor ahora, porque sigo viviendo en Ribarroja y trabajo aquí.
- Más tranquilidad, le sugiero.
- No crea, prosigue. Tengo vecinos que me siguen llamando. Que les han entrado en el huerto y les han destrozado los tomates, que han ido al cuartel de Ribarroja y allí no les hacen caso. Y siguen recurriendo a mí.
Me encantan las anécdotas que nos cuenta el guardia civil. Le digo que soy profesora y tengo muchos compañeros que no quieren trabajar en la misma localidad en la que viven.
- Así es. Mi hermana también se dedica a la enseñanza. Vive en Benetússer y da clases en el IES de Sedaví. Mi cuñado pasó más de veinte años en el IES de Chiva. Ahora está en el de Albal, rehúye el IES de Benetússer porque vive ahí.
- ¡Qué casualidad! Yo trabajo en el IES de Albal. Preguntaré por él.
El agente nos lee el informe que ha redactado antes de pedirme la firma. Nos pregunta si es cierto que vivimos en un kilómetro 4 y nosotras le damos la tarjeta de La Matandeta. Nosotras, siempre a lo nuestro.
Nos depedimos. Pienso que es una bonita escena que meteré en alguna parte, en un libro.
Efectivamente. No hay más viaje que el interior. Lo demás es desplazarse.
Salve y ustedes lo pasen bien.
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