Existen saberes que son fines por sí mismos y que -precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial - pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores.
La utilidad de lo inútil
Nuccio Ordine
Es sábado por la mañana y he quedado con Efraín Galindo a las diez y media en la entrada de la Estación del Norte. Le prometí que le enseñaría Valencia.
Hasta ayer por la tarde, no me percaté de que La Matandeta, sin gente, es un lujo del que puedo disfrutar muy pocas veces. Tener una casa abierta tiene sus ventajas, pero también muchos inconvenientes. Tienes una intensa vida social sin salir de casa. Todo el mundo puede observar cómo vives, aunque tú nunca los veas a ellos sin sus máscaras.
A Efraín Galindo, cerca de los cuarenta, cubano, editor de vídeos, fotógrafo, cantante, escritor y trabajadotr del arte, como él mismo se define, lo trajo por primera vez a La Matandeta, a finales de julio, Miguel Ángel Jiménez, del que ya he hablado en otras entradas.
Efraín venía decidido a establecerse en España. Una decisión muy meditada, dolorosa a veces, llena de ilusión la mayoría.
Los inicios no son fáciles para nadie. Menos si hay que hacerlo lejos de los tuyos y de tu país. Efraín encontró trabajo paseando dos perros, dos veces al día. Mientras, se había instalado en el piso que Miguel Ángel tiene en Valencia y que mantiene, a pesar de llevar once años viviendo en Cuba. Trabaja como chef ejecutivo de la cadena Iberostar en un hotel de La Habana.
Efraín lleva varios meses aprendiendo el oficio de camarero en La Matandeta. Es serio, responsable, atento con los clientes y tiene sorna. María Dolores, en Cuba triunfarías, nunca quieres botar nada.
Le hablo de mi intención de viajar este verano a La Habana, ese viaje que voy postergando año, tras año de pandemia. Y él me pasa un canon de películas y libros imprescindibles de ver y leer, antes de viajar una temporada a Cuba.
Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, Hello, Hemingway y El ojo del canario de Fernando Pérez. Me recomienda que lea a Lezama Lima, Virgilio Piñéira. Ya conozco a Leonardo Padura, no me gusta Zoe Valdés.
Pero hoy es sábado, Valencia está gris y fría. Cuba queda lejos. Los dos tenemos fiesta. La Matandeta está cerrada por vacaciones hasta el jueves, 24 de febrero. Y nos encontramos como niños con regalo inesperado. Cruzamos la calle Xátiva y nos metemos en la librería Soriano. Ambos compartimos la misma afición por las librerías. No será la única que hoy visitemos.
Efraín no conoce el centro de la ciudad, el barrio del Carmen, la plaza y la Iglesia de San Nicolás, la calle Caballeros y el Palau de la Generalitat.. Entramos en la basílica.. Él graba un vídeo, hace fotos de la puerta de los Apóstoles.. Le explico por qué el Tribunal de las Aguas se reúne los jueves. Le cuento que en ese edificio de la calle Miguelete, número, 5 trabajé durante cuatro años. Que también lo hice en el Palau durante seis.
Su conversación es inteligente, abierta a cualquier tema. Nos acercamos a la mujer que vende tablas de madera pintadas. Con fotos de Marilin, de Frida. Tiene acento extranjero. Le pregunto de dónde es y me responde que vive en El Cabanyal. Y entonces recuerdo cómo me enseñaron mis alumnos del IES Leopoldo Querol a formular la pregunta: ¿Cuáles son tus orígenes? Nací en Bari. Mira, como San Nicolás. La Puglia. He estado allí, en el tacón de la bota italian. Olivos milenarios. Hay una de las tablas que me está pidiendo a gritos que la coja. ABRÁZAME HASTA QUE SÓCRATES SEPA ALGO.
Si yo no supiera alguna cosa de filosofía, sería incapaz de entender esta frase. Y por tanto me perdería este momento de felicidad que me produce. En este sábado, libre de preocupaciones. Y me acuerdo de Nuccio Ordine y de su Manifiesto sobre la utilidad de lo inútil. Así que compro la tabla, porque me lo está pidiendo a gritos, que me la lleve, que quiere formar parte de mis sonrisas, cada vez que me la tropiece entre mis libros.
Entonces pienso que tengo baraka, como los árabes, suerte en el destino. Que no he tenido que dejar mi país, ni mi gente, ni mi paisaje, para poder ser feliz. Y que he tenido la fortuna de que Efraín Galindo haya sido tan valiente al hacerlo. Y yo pueda disfrutar de su compañia y de su conversación en este sábado, libre de obligaciones, de preocupación, de nervios, de clientes estresados a pesar de tener fiesta, de fotovoltaicas que no fueron bien programadas, de cuentas escritas a mano y sumadas mentalmente, de llamadas telefónicas a deshoras ... De todo eso, que también es la vida.
Abrázame hasta que Sócrates sepa algo.
Salve y ustedes lo pasen bien.
Eixe títol... què tindrà a veure el pobre Sòcrates amb les cursis de hui?
ResponderEliminarM'encanta
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