Me he traído dos libros a Sicilia. Uno de Enrique Vila-Matas, Marc y su contratiempo. Y la primera novela de la periodista valenciana Amparo Tórtola, Apenas unos segundos. Anoche la terminé. Tórtola recrea la historia del barco Winnipeg, a través de la vida de cuatro mujeres, dos de ellas reales, Delia del Carril, esposa de Pablo Neruda, argentina, artista, comprometida con su época y el momento que le tocó vivir y la suiza Elisabeth Eidenbenz, creadora de la maternidad Elna.
La periodista recurre a la técnica narrativa de cruzarnos a través del tiempo y en diferentes espacios, a cuatro mujeres. La Valencia de los años treinta y su calle de la Paz, la Francia de la inmediata finalización de la guerra civil española y el campo de concentración de Argèles-Sur-Mer, la maternidad de Elna, en los Pirineos Orientales y la Casa de Michoacán de los Guindos, en Chile, en 1984, donde una Delia del Carril, muy mayor, todavía vive y recuerda, le sirven para contarnos una historia real que tanto tiene que ver con nuestro pasado.
La periodista recurre a la técnica narrativa de cruzarnos a través del tiempo y en diferentes espacios, a cuatro mujeres. La Valencia de los años treinta y su calle de la Paz, la Francia de la inmediata finalización de la guerra civil española y el campo de concentración de Argèles-Sur-Mer, la maternidad de Elna, en los Pirineos Orientales y la Casa de Michoacán de los Guindos, en Chile, en 1984, donde una Delia del Carril, muy mayor, todavía vive y recuerda, le sirven para contarnos una historia real que tanto tiene que ver con nuestro pasado.
El Winnipeg fue un barco paquebote francés construido en 1918, pero sobre todo, y es la historia en la que Amparo nos embauca. fue el empeño de Pablo Neruda de enviar a 2000 refugiados republicanos españoles a Chile para que emprendieran una nueva vida. Llegaron a Valparaíso un 2 de septiembre de 1939 y no fue una empresa fácil ni exenta de riesgos.
Todo se inició con una carta del último embajador republicano español en Chile, Rodrigo Soriano, dirigida al gobierno chileno, en febrero de 1939, en la que demandaba si este concedería asilo a refugiados españoles en Francia, en pésimas condiciones de vida. Insuperable la descripción que Amparo Tórtola nos ofrece del campo d'Argelès-Sur-Mer: Al menos noventa mil españoles recluidos allí desde hacía dos largos meses. Rodeado de una alambrada con púas, sin más protección que las improvisadas chozas y chamizos que los prisioneros habían construido con los materiales expedidos por el mar, el campo contaba con otra extensa valla que se introducía en el agua y servía para delimitar los perímetros de dos zonas de reclusión: la restringida para los hombres y la reservada a las mujeres y los niños.
La autora, con un lenguaje preciso nos retrata Los lloros de las criaturas ateridas de frío y hambrientas, los lamentos de desesperación de sus madres y los quejidos de los moribundos rompían el silencio espeso y melancólico que presidía aquella cárcel al aire libre. Seguramente, hemos olvidado que en enero de 1939, con la caída de Barcelona, último reducto importante republicano, se produjo la mayor diáspora de nuestra historia reciente. Medio millón de refugiados buscaron huida a Francia como única salvación. Familias enteras que hicieron el trayecto a pie, a través de los pasos de Irún, la Junquera y Portbou. Hasta la mitad de febrero de ese mismo año, ingresaron en el Departamento francés de Pirineos Orientales, que contaba con una población de cerca de 250.000 personas, cerca de 350.000, huyendo del terror de la guerra y sus miserias. El gobierno francés se vio desbordado y estableció campos en Argelès-Sur-Mer y otras playas cercanas, sin ningunas condiciones de higiene ni de habitabilidad. Solo la arena y el cerco de las alambradas.
El presidente chileno Pedro Aguirre nombró al poeta Pablo Neruda, cónsul especial para la inmigración republicana española con sede en Francia. Pero no todos los chilenos estaban a favor de esta empresa, de ofrecer acogida a un grupo de dos mil españoles. Como señala Tórtola El siguiente tropiezo que el poeta debió lidiar -en ello estaba- era la insidiosa campaña a la contra puesta en marcha por la oposición al gobierno del Frente Popular de Pedro Aguirre Cerdá y apoyada, cuando no alentada por la prensa conservadora del país austral.
Tórtola recupera la historia de la maternidad de Elna y de la figura de la enfermera suiza Elisabeth Eidenbenz que permitió el nacimiento de más de medio millar de niños de madres refugiadas de la guerra civil española, internas en campos de concentración del sureste de Francia y de más de doscientos hijos de mujeres judías perseguidas por el nazismo durante la II Guerra Mundial, hasta que la maternidad fue cerrada por la Gestapo en 1944.
La autora ha creado una historia bien construida, bien escrita y muy, muy bien documentada. Pero, sobre todo, Amparo Tórtola nos ofrece una impagable metáfora, en la que, recurriendo a las vivencias del pasado, no es difícil ver reflejada la realidad actual de esos miles de supervivientes de abusos que proceden de países que generan refugiados y con los que Europa no sabe qué hacer. Una mirada cenital sobre el ayer, reflejado en el día a día de lo que estamos otra vez viviendo, están viviendo miles y miles de personas que huyen de la barbarie y la muerte. Una mirada inteligente sobre nuestro presente, a través de nuestra propia historia.
Como dicen aquí... Brava, Amparo!
Conforme leía el post pensaba en la situación de los refugiados que llegan a Europa y en efecto, todos en cualquier momento podemos estar en esa tesitura. Los refugiados de hoy son los refugiados de ayer. Una auténtica pena.
ResponderEliminarVaig a comprarme el llibre!!!!Besets Manuel i María Dolors!!!
ResponderEliminar