Apellidarse en esta zona Baixauli es como llamarse en otras García. Somos un montón. El curso Erasmus que estudié en la Universidad Aix-Marseille, tuve una profesora catalana que nos daba la asignatura de Version/Thème. Un día me preguntó por qué mi apellido coincidía con el de algunos personajes de las novelas de Ferran Torrent. Porque los dos somos del mismo pueblo, Sedaví.
Vinieron a comer mis primos segundos. Mis primos Baixauli. Ferran, que fue alcalde de Sedaví por Compromís y trabaja como técnico de personal en Adif, siempre tiene un montón de historias que contar sobre la familia. Yo recuerdo a su abuelo, el tio Jeroni, sentado a la puerta de casa. Era tan afable que todos los sobrinos pasaban por allí, a saludarlo, aunque no fuera el trayecto de su ruta. Al tío Jeroni había que ir a visitar porque sus chascarrillos y ocurrencias bien valían el viaje.
A Pepe, el Chaparro, lo contrataron como sepulturero y fue todo emocionado y le dijo al tio:¡ Ahora, sí!Ahora hay una oportunidad en el cementerio, tio! Hay nichos nuevos a buen precio.
Y el tío Jeroni le contestó: Pero con dos puertas. Una para entrar y otra para salir.
Eran nueve hermanos. Uno de ellos se marchó a la mili. Escribía cartas a casa y se reunían todos después de cenar. ¿Qué le contamos hoy? Que Concha se ha puesto a festear. Que Vicenta se va a casar. Y que tus hermanos no te olvidan. Pero... ¿Eso suena a muerto, no?
Contaba mi padre que, con tanto hermano y en tiempos difíciles, el último en levantarse a veces no encontraba ya ropa que vestir ni zapatos que calzar. Ferran es como un narrador oral de la familia. María, su mujer tiene una empresa de fotografía industrial. Trabaja, sobre todo para empresarios del mueble, diseñando sus catálogos.
La que está a mi derecha, es mi prima Pepa, hermana de Ferran. Auditora. Compartimos edad y, en estos momentos, estado civil. Pero antes, durante la adolescencia compartimos muchas más cosas. El primer top less en playas de Ibiza, un viaje a Portugal, las sesiones de invierno del cine Venecia en Benetússer. Un frío que pelaba y nosotras tragándonos todo el ciclo de Fassbinder, como si no hubiera un mañana. Muchos miércoles éramos las dos únicas asistentes.
Miro a Pepa y le encuentro la misma expresión que el día de su primera comunión. La tomó ella sola, en Valencia. Le veo la cara risueña, entrando en la iglesia acompañada de sus padres, las manos juntas, riéndose. Estaba tan desarrollada que no quisieron esperar a que cumpliera la edad reglamentaria. A mí me ocurría lo mismo, pero tuve que esperar porque se murió mi abuela. La noche de la procesión del Corpus Christi en medio de la solemnidad y el silencio, un gilipollas me soltó ¿Dónde te has dejado al novio?
Me pongo a rebuscar entre viejos álbumes y solo encuentro la foto de marinerito del primo Ferran. Recuerdo el convite en el Salón Quiquet, de Beniparell. Cierro los ojos y veo hasta el regalito que nos dieron un cabacet de cerámica, pintado de purpurina. ¡Dioses! ¿Por qué tendré tanta memoria para las pequeñas cosas?
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Saco mi caja de Pandora. En realidad se trata de una vieja caja de galletas danesas. Y en un acto irreflexivo, me voy de la mano de Proust en busca del tiempo perdido.
Es verdad que recordar es volver a vivir pero tú memoria te mantiene en cada momento y lugar que te apetece por que no conozco a nadie con una memoria como la tuya. Tq
ResponderEliminarSin mascarillas ni distancia.
ResponderEliminarPasando de todo.
Mas chulos que nadie.