Ahora me han derrotado, pensó. Soy demasiado viejo
para matar tiburones a garrotazos. Pero lo intentaré
mientras tenga los remos y la porra y la caña.
El viejo y el mar
Ernest Hemingway
Què volen aquesta gent
que truquen de matinada?
Lluís Serrahíma/ María del Mar Bonet.
Mi padre plantó, hará unos quince años, un álamo plateado, donde antes apenas creció una araucaria.
Me gusta este árbol, que puede alcanzar los mil años si crece en un medio apropiado. Pero el pino araucano se murió. Y un día que los empleados de la Diputación andaban por las márgenes de la acequia plantando los álamos, se trajo uno.
El álamo plateado, en un medio como el de la Marjal, creció tanto, que sus raíces aparecían por todas partes. Habían levantado el suelo del porche de la entrada. El Gloria destrozó la jardinera que lo contenía y lo venció hacia la entrada como una barco varado sin mar, ni arena.
Estos días de confinamiento, Rubén, Helena y Manuel se propusieron arreglar la entrada, para que cuando volvamos a instalarnos en la rutina diaria de La Matandeta, todo esté más adecentado, más preparado para disfrutar de este castillo encantado, que dice Ferrán Marí.
Hubiera sido una semana más, de confinamiento y de trabajo a la espera de, si al olor de la debilidad en la que estamos sumergidos, no hubieran aparecido los tiburones. Sí, esos que nadan en busca de sangre. No creo que seamos las únicas personas en este país que en estos momentos tengan problemas económicos. Es más, dichosos y afortunados aquellos que todavía conserven un sueldo fijo y piensen que, cuando por fin, salgamos de esta cuarentena impuesta por el virus o por la deshumanización de la humanidad, todo volverá a ser como antes. Porque yo estoy segura de que nada, volverá a ser igual.
Una empresa, que se decía cliente y amiga, sí, una tal Alquileres Montero, hubiera sido capaz de habernos dejado sin luz y sin agua, utilizando la coacción y el allanamiento de morada, por una deuda que no ronda los tres mil euros y que no fue pagada en marzo por la situación que a todos se nos ha venido encima. l
Siempre digo que no creo en Dios, pero sí en El Ángel de la Guarda. Hace, aproximadamente dos años, el Ángel puso en mi camino a Pablo Hernández, a la puerta de unos juzgados. Y él, y solo él, nos ha sacado de este aprieto.
Mientras, los tiburones, con los dientes un poco carcomidos por las dentelladas que solo pudieron darle a la verja de la entrada, se han ido en busca de sangre a otra parte. La semana no fue para nada aburrida. Y yo volví a bajar a mis propios infiernos en busca de fantasmas y monstruos que ya no debieran estar allí.
Como siempre, gracias a mis amigos, por la paciencia infinita que me demuestran. Por escuchar mi rabia y mi desesperación. Porque hay días que el calendario se podría saltar. O hay tiburones que rondan la superficie cuando el surfista desprevenido ha perdido la tabla en una ola que no pudo remontar a tiempo.
Salve y ustedes lo pasen bien. Ya estamos en mayo.
Salve y ustedes lo pasen bien. Ya estamos en mayo.
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