La humedad tropical te recibe a la salida del aeropuerto José Martí como una bofetada en tu rostro europeo. Vienes a un mundo en el que nunca pasa nada. Pero no te fíes de las apariencias.
Hace dos años la humedad ya era evidente, pero no la recordabas tan pesada. Y el olor. Lo peor de La Habana. Huele a basura descompuesta. Y hay más vendedores que nunca y más taxis y más guías. Sin embargo, apenas hay turistas. Y han vuelto a abrir el Hotel Entre Ambos Mundos con todo el fetichismo de Hemingway. Y La Habana languidece porque nunca pasa nada. Se suceden los años y la columna vertebral del Malecón sostiene a la hermosa Habana y como escribió Virgilio Piñeira la maldita condición del agua por todas partes.
Salve y ustedes sigan de viaje conmigo.
Disfruta mucho María Dolores!
ResponderEliminarGracias
EliminarQué buena descripción, nunca pasa nada y cada día las personas que la habitan languidecen con la ciudad sin esperanzas de verla florecer.
ResponderEliminarEntro, leo tu blog, y estoy en la Habana
ResponderEliminarQué bueno es esperar a que llegues a mi ciudad y la describas con esa agudeza que caracterizan tus textos, me emociona porque que sé cuanto cariño le tienes a mi país y a La Habana, y conoces esa riqueza cultural que la humedad con su desesperanza siempre ha intenta solapar, pero ya seguiré tus historias porque de cuba tendrás mucho que decir, abrazos y disfruta
ResponderEliminarEfraín
Qué retrato tan bonito haces de mí Habana. Esa ciudad tan bondadosa y tan abandonada como el muro del Malecón. Sigue disfrutando de ella. Hay un refrán que dice: A la Habana o la odias o la amas,pero nunca la olvidas.
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