Estoy contenta. No me duele nada, volvería a casa andando. Es un decir.Toda la noche en autobús, desde Estrasburgo a Nîmes, pensaba que mi cuerpo no lo resistiría. Muy lejos quedan los tiempos de la mochila a la espalda y el billete de Interail. Por dónde andarán las noches de tren para ahorrarnos el albergue o el camping. La plaza de la estación de Santa Lucía de Venecia, qué cama más dura. Los trayectos en autostop. Las ansias de viajar, como fuese y a donde fuera.
Me faltaba esta experiencia.Había viajado como alumna. Nunca de profesora. Hoy, camino a casa, podría hablarles de la ciudad de Nîmes, de su Arena, la mejor conservada del mundo, de la Maison Carrée, del templo de Diana y el Pont du Gard. Incluso se me ha cruzado en la cabeza una historia que tiene que ver con la tía de mi amiga del colegio, Silvia Ruiz, y la ciudad de Nîmes. Pero mejor lo dejo para otro día.
Este viaje ha sido otro de esos regalos inesperados que me hace la vida. Los chavales se han portado de lujo. No ha habido ningún problema. Mis colegas: Silvia, Veronique, Marta y Sofía, hemos compartido responsabilidades y disfrute al mismo tiempo.
Gracias a STUPENDOS por la organización y por conseguir que nos sintiéramos muy a gusto. Al chófer, José Alberto y, cómo no, a los guías Javier y Fadel por facilitar la estancia y el viaje de estos cuatro institutos cuyos alumnos no se conocían y han acabado amigos.
Y gracias a Cristina Soler, subdirectora del IES d'Albal por confiar en mí. Como decía Paco Rabal en aquella película de Saura:
Qué bien se está, cuando se está bien.
Gracias y hasta la próxima.