Diluvia en el aeropuerto de Saigón. No sabemos si nuestro avión conseguirá salir a su hora. Llueve como si no hubiera un mañana. Septiembre es época de monzones. Dicen que la mejor época para viajar a Vietnam y Camboya es de enero a junio. Además, noviembre y diciembre. Por tanto, no estamos en uno de los mejores meses. Hace mucho calor, aunque más que calor, es la sensación térmica debido a la humedad.
Las chicas de oro porteñas viajan durante dos meses por Europa y Asía para celebrar que este año han cumplido ochenta. Recuérdenme que, cuando sea mayor, quiero ser como ellas. Nos despedimos. Emprenden viaje hacia Bangkok.
Hemos llegado à Siem Riap porque queremos visitar las ruinas de Angkor. Si me gustó Vietnam, no me podía imaginar la fascinación que me despertará Camboya. Otra parte de la antigua Indochina francesa.
Lo que más llama la atención de los camboyanos es su sonrisa, como una carta de presentación. Cruzas tu mirada con la suya y te responden con una sonrisa, unen sus manos y se inclinan hacia ti en señal de respeto.
Camboya vive de la agricultura, el textil y el turismo. Nuestro guía aprendió español gracias a una voluntaria sevillana que le enseñó en el tiempo récord de seis meses y de esta forma le ayudó a ganarse la vida. Tiene un canal en YouTube llamado “Camboya con Ratana”. Si pueden suscribirse, le ayudarán a seguir adelante porque trabaja como autónomo.
Mañana seguimos. Estoy como cansada pero sin el como.
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