Nosotros estamos hechos de la misma materia
que los sueños.
La tempestad
W. Shakespeare
El vecino de la casa de enfrente se ha convertido en alguien muy cercano a nosotros. Los viernes, cuando llego a La Matandeta, hay cena familiar con mis hijos y, el vecino, muchas veces, cena con nosotros. Es un hombre culto y erudito, que ha elegido la soledad. Estudió derecho y trabajó durante más de veinte años en el mundo editorial. Me habla de los autores, de Carlos Ruiz Zafón y sus manejos mercantiles, de cómo las editoriales fabrican los best sellers.
Este viernes pasado, después de hacerle los honores a un par de lubinas que estaban horneadas en su punto, sobre un lecho de patatas y cebolla, me contó cómo crea sus personajes. Porque el vecino de la casa de enfrente escribe.
Estuvo en la Isla de Man y, harto de dar vueltas y de que no ocurriera nada, entró en el pub del pueblo en que se hospedaba, buscó al pelirrojo más alto y más fuerte y le escupió directamente a la cara. El puñetazo que recibió, lo tuvo medio atontado durante las tres semanas siguientes. Pero, por fin, algo le había sucedido, en medio del mar de Irlanda.
Me cuenta que fue nicaragüense ingenuo en el París de los años ochenta. Que tuvo tres amantes y que las tres lo dejaron el mismo día. El vecino de la casa de enfrente me señala que escribir sobre sí mismo le produce pudor, cosa que no comparto con él, en absoluto. Que la maldad, es maldad intrínseca y que no se le puede buscar justificación. Como tampoco la tiene la bondad.
El vecino de la casa de enfrente me confiesa que algunas noches, para escribir, utiliza la técnica Bukowski. Al irreverente y rebelde americano le preguntaron por qué bebía alcohol y contestó porque ninguna buena historia comienza con estaba yo comiendo una ensalada.
Hace rato que nos hemos quedado solos. Seguimos hablando de literatura y de géneros. A él le gusta el epistolar. Yo comparto su gusto.
Le propongo que me deje leer sus escritos. Y él me sugiere que lo acompañe el sábado por la tarde a la Filmoteca. Pasan Intolerancia, de Griffith. Pero, Manuel y yo tenemos otros planes. Fuimos a ver Si yo fuera rico. Necesitaba reírme como si no hubiera un mañana.
Que sean felices y sigan bien.
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