Han terminado las clases y ha desparecido todo el mundo como por arte de magia. Mis amigas irlandesas Rose y June han vuelto a su país con sus parejas. Liz se ha quedado aquí. Los Erasmus andaluces partieron en pos del cocido de la mamá y los valencianos en busca del arros passejat.
Podría haber cogido un Ryanair y marcharme a casa. No será que no los echo de menos. Pero, entonces no miraría ni un apunte, me pondría nerviosa y pondría nervioso a todo mi alrededor. Cosa que me sucede cada vez que vuelvo. Así que mi familia ha dado un respingo cuando ha sabido que me quedaré aquí, tranquilita entre los libros.
Es lunes por la mañana, en la biblioteca apenas hay gente. Reina el silencio y hay ordenadores a disposición y sin guardar turno. Sobre midi aparece Eva, a quien conocí en enero cuando andaba perdida con las fechas de los exámenes y solícita me acompañó a solucionar entuertos. Eva habla perfectamente español, estuvo de Erasmus el año pasado en Madrid. Este año termina y se marcha en febrero a trabajar a Argentina en un programa de cooperación. Debería estar muy contenta, pero tiene problemas con un ex-novio cordobés, a quien no consigue sacar de su vida. Le digo que se calme y que se centre en los exámenes. Cosa que yo también debería hacer.
Son las cuatro de la tarde y hace mucho calor. Quedarse encerrada en la biblioteca durante horas fue una gozada este invierno, pero de sopetón y sin previo aviso, los libros se han quedado mudos. Afuera la vida y la primavera andan zascandileando y habrá un montón de historias que observar y contar.
Así que cierro los libros, recojo mis cosas y me despido de Eva. Por la avenida Schuman, subo hasta alcanzar el Germinal y de aquí, la place des Dauphins y el cours Mirabeau, Las terrazas están llenas, la gente balade sin rumbo fijo, disfrutando de l'après- midi. En la place des Agustins están de obras y se hace difícil transitar, Por la rue du Marechal Foch se puede llegar al Hòtel de Ville y emprender la salida de la ciudad por Avenue Pasteur. Aix-en-Provence es una ciudad burguesa y pequeña donde la gente es muy elegante. No es que se vistan a la moda, sino que decenas de generaciones, bien alimentadas e instruidas, les hubieran dejado esa pátina en los genes.
La viajera tiene calor y antes de reanudar la salida hacia el campo para llegar a su residencia en Puyricard, decide sentarse un rato en la terraza del Café des Negociants. Hay obreros tomando cervezas después de su jornada de trabajo. Se pide una Perrier con limón. Siempre que toma este agua se acuerda de Sigourney Weaver en La calle de la Media Luna. Asociaciones gratuitas.
Ha llegado a la mesa vacía que tiene en frente un hombre de unos cincuenta y cinco años, rubio y sin afeitar. También vuelve del trabajo y conoce a los demás que tiene a su izquierda. Ella y su mesa han quedado a la derecha. El hombre la mira fijamente a los ojos y sonríe. Cambia expresiones divertidas con los demás. La vuelve a mirar. Ella sabe que le está calculando la edad, el origen y los minutos que tardaría en hacerla reir.
De súbito, una pareja que pasea entra en la escena: Bonjour, Jeanon! Comment ça va? Muchos recuerdos de tu compagnon, el español.
¿De quién?
De tu compagnon español, Antón. Trabajó contigo en la obra, allá en Eguilles. Dice que se acuerda mucho de las farras que os corríais.
Ah! Jeanon, tú siempre con tus juergas. ¿Y tu familia, cómo la tienes?
Los chicos los crié y andan por ahí. Mi mujer volvió a su país. Cosas de la vida.
Mais, oui, Jeanon, no aprenderás nunca, tú y el alcohol.
No, ya no bebo. Solo una cerveza de vez en cuando después del trabajo.
Cuídate Jeanon, nos alegramos de verte.
La pareja sigue su paseo y el hombre toma lentamente un sorbo de cerveza y mira en frente. Quizás se acaba de comprar la planta, le queda mucho para poder cuidar de un perro y ni se imagina el tiempo para iniciar otra relación.
No ha movido la mirada de la calle. Se levanta y sigue su camino sin volver la espalda para despedirse.
Son las cuatro de la tarde y hace mucho calor. Quedarse encerrada en la biblioteca durante horas fue una gozada este invierno, pero de sopetón y sin previo aviso, los libros se han quedado mudos. Afuera la vida y la primavera andan zascandileando y habrá un montón de historias que observar y contar.
Así que cierro los libros, recojo mis cosas y me despido de Eva. Por la avenida Schuman, subo hasta alcanzar el Germinal y de aquí, la place des Dauphins y el cours Mirabeau, Las terrazas están llenas, la gente balade sin rumbo fijo, disfrutando de l'après- midi. En la place des Agustins están de obras y se hace difícil transitar, Por la rue du Marechal Foch se puede llegar al Hòtel de Ville y emprender la salida de la ciudad por Avenue Pasteur. Aix-en-Provence es una ciudad burguesa y pequeña donde la gente es muy elegante. No es que se vistan a la moda, sino que decenas de generaciones, bien alimentadas e instruidas, les hubieran dejado esa pátina en los genes.
La viajera tiene calor y antes de reanudar la salida hacia el campo para llegar a su residencia en Puyricard, decide sentarse un rato en la terraza del Café des Negociants. Hay obreros tomando cervezas después de su jornada de trabajo. Se pide una Perrier con limón. Siempre que toma este agua se acuerda de Sigourney Weaver en La calle de la Media Luna. Asociaciones gratuitas.
Ha llegado a la mesa vacía que tiene en frente un hombre de unos cincuenta y cinco años, rubio y sin afeitar. También vuelve del trabajo y conoce a los demás que tiene a su izquierda. Ella y su mesa han quedado a la derecha. El hombre la mira fijamente a los ojos y sonríe. Cambia expresiones divertidas con los demás. La vuelve a mirar. Ella sabe que le está calculando la edad, el origen y los minutos que tardaría en hacerla reir.
De súbito, una pareja que pasea entra en la escena: Bonjour, Jeanon! Comment ça va? Muchos recuerdos de tu compagnon, el español.
¿De quién?
De tu compagnon español, Antón. Trabajó contigo en la obra, allá en Eguilles. Dice que se acuerda mucho de las farras que os corríais.
Ah! Jeanon, tú siempre con tus juergas. ¿Y tu familia, cómo la tienes?
Los chicos los crié y andan por ahí. Mi mujer volvió a su país. Cosas de la vida.
Mais, oui, Jeanon, no aprenderás nunca, tú y el alcohol.
No, ya no bebo. Solo una cerveza de vez en cuando después del trabajo.
Cuídate Jeanon, nos alegramos de verte.
La pareja sigue su paseo y el hombre toma lentamente un sorbo de cerveza y mira en frente. Quizás se acaba de comprar la planta, le queda mucho para poder cuidar de un perro y ni se imagina el tiempo para iniciar otra relación.
No ha movido la mirada de la calle. Se levanta y sigue su camino sin volver la espalda para despedirse.